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Cavando en tierras de la memoria, donde siembra la ficción. Estudio del cuento La excavación de Augusto Roa Bastos.

Autores:  Leandro Rodríguez Vega y Andrea Martínez Apissoghomian


Lo malo es que la vida nacional, en los países atrasados como el nuestro, progresa hacia atrás y se vuelve impermeable a las corrientes de cambio y de transformación en literatura, en política, en la vida social y en la mentalidad de los individuos. (Anthropos, pág. 13).

¿Puede la historia de un pueblo ser una prolongación agónica del pasado?
Así parece ser el caso de la historia del Paraguay. Son varios los autores que coinciden en que la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) con sus nefastas consecuencias de miseria, la falta de hombres para laborar la tierra y su carácter de etnocidio de la cultura guaraní, dejó en el ser paraguayo una hendidura genética en la memoria que podría extenderse hasta la Guerra del Chaco (1932-1935), conflicto que enfrentó a bolivianos y paraguayos, siendo esta una continuidad lenta y dolorosa. El altiplano entero, pétreo y desolado, bajaba arrastrado por la quejumbre de las cuecas; toda una raza hecha de cobre y de castigo”, acota el narrador en La Excavación  [1]. El botín a disputarse fue el Chaco paraguayo, que le daría a Bolivia acceso al sistema de navegación fluvial del Plata[2].

Producto de la crisis mundial de 1929, se desencadena una caída de las economías materia prima-exportadoras de Latinoamérica. La reducción de mercados compradores, el aumento del gasto interno de los países, el influjo de corrientes fascistas y el afán por anexar nuevos territorios pareció la solución para que bolivianos y paraguayos se decidieran por fin, luego de años de choques no oficiales, a medirse en las armas. La victoria paraguaya favoreció la gravitación de los jefes militares, que adheridos al fascismo, promovieron una rebelión para autoproclamarse en el poder. Destaca entre los héroes populares del Chaco, el mariscal Estigarribia, símbolo nacional que modeló las inquietudes de Augusto Roa Bastos[3] (1917-2005). Influencia que fue determinante para que el joven autor se enrolase en el frente de batalla, y así dicha experiencia lo marcó como evidencia su obra.

En 1947, Roa Bastos abandona el Paraguay, perseguido por el gobierno autoritario de Higinio Morínigo; su exilio fue largo y  recién cuatro décadas después pudo volver. Así, la literatura de la memoria, se volvió su estilo, acicate de protesta que genera una impronta en la literatura de su país.
El libro de cuentos El trueno entre las hojas que aparece en 1953, plantea una dialéctica con la historicidad de la realidad paraguaya, dominada por el autoritarismo, la desigualdad y la violencia estatal. La obra incluye el cuento La excavación objeto de esta ponencia, en el que se plantea la devoción por la resistencia del pueblo paraguayo. Relata la historia de un grupo de presos políticos que a través de un túnel, buscan alcanzar la libertad. El protagonista Perucho Rodi, cumple su turno excavando con un plato afilado, hasta que se derrumba parte del túnel y sus piernas quedan atrapadas. El ambiente claustrofóbico hará naufragar su conciencia entre el pasado y el presente. Delira y recuerda un episodio en el frente de Gondra, hecho histórico del Chaco. Otro túnel donde había ametrallado por la espalda a los atrincherados bolivianos. Pozo que desdobla al yo por medio de la circularidad del discurso, en tanto orden estético planteado por el autor, para dar la sensación de reversibilidad del tiempo que parece empecinado en retornar a través de la alucinación del protagonista. El héroe intenta reparar ese pasado salvando a sus compañeros de celda, pero no puede remediarlo, quedando preso de aquella otra trinchera, la memoria obsesiva no permite redenciones.

El discurso indirecto libre y la exploración psicológica, caracterizan el relato que articula como metáfora de la condición de encierro, de aislamiento y de la disidencia en Paraguay. El relato finaliza con una denuncia contra el poder y la prensa como su aliada.

Un camino recurrente en la obra de Roa Bastos es la relación entre realidad y literatura como él mismo lo manifiesta en alguna entrevista:
Los míos no son libros de historia. Tomo la referencia histórica como materia prima para reelaborarla completamente y transformarla en obras de ficción, yo diría, casi puras (2001en entrevista con la BBC).  

 De las múltiples facetas de lo real, el autor se nutre del relato historiográfico paraguayo, siendo sustento de la ficción que a su vez, crea una nueva realidad. Un efecto cíclico de marcada intencionalidad ideológica, que plantea una mirada nueva de lo “real”. Pero, como sostiene Gustavo Martínez, la obra literaria de Roa Bastos no es realista. Mantiene siempre en primer plano la realidad objetiva, pero le añade “un soplo de perspectiva mítica que la relativiza y matiza” (Carriquiry – Martínez, p.23). El realismo convencional, se transforma en planteo simbólico del tiempo obliterado como sucede en el cuento La excavación. Cuando el protagonista Perucho Rodi, delira producto de la asfixia, preso del pasado al que deambula desde el presente, su memoria lo enajena.

“Recordó aquella otra mina subterránea en la guerra del Chaco, hacía mucho tiempo. Un tiempo que ahora se le antojaba fabuloso… “(Roa, pág. 91). Con este fragmento, la diégesis se consolida en base a los cimientos de lo histórico, otorgándole verosimilitud, pero a su vez, al cernir la realidad en la perspectiva del sujeto, protagonista de un hecho tortuoso, el recuerdo parece venido de un tiempo mítico y ajeno al héroe. En su dimensión individual, el recuerdo febril se vuelve una forma de autoficción.

Al partir de la guerra del Chaco, en particular un episodio de las trincheras del frente de Gondra, se estructura el relato desde la realidad, para desde allí proyectar la ficción,  suerte de analogía del devenir del pueblo paraguayo, la porfía rebelde ante la injusticia y el autoritarismo. Roa Bastos hace que lo episódico abandone el plano de la crónica tabloide, y se transforme en alegoría colectiva de la memoria.

La ficción que emana de la historia de un pueblo, como en el caso de la obra de Roa Bastos implica una búsqueda de identidad del pueblo paraguayo, que se da entre los despojos de las guerras. Hay que reelaborar la historia en vez de evadirse, sostenía el mismo autor, comprometido con no olvidar.

Perucho Rodi encarna al antihéroe moderno que está presente y concentra las características del  nuevo héroe del siglo XX. Eduardo Cirlot[4], establece cuáles son las características de lo heroico a las que en las distintas culturas se le han rendido tributo, y resalta el concepto del héroe venciéndose a sí mismo. La intención de enfrentar sus demonios, la convicción de reparar el pasado, ajustan en el protagonista a la condición del héroe según Cirlot.

Bruce Meyer en su libro, Héroes: los grandes personajes del imaginario de nuestra literatura (2008), se basa en el planteo de Northrop Frye que realiza una clasificación sobre los diferentes tipos de héroes. Desde el concepto clásico del héroe como un  hombre que posee cualidades sobrehumanas y ha sido favorecido por los dioses” (Meyer, pág. 51), hasta un personaje moderno de baja procedencia que también encarnaría lo heroico. Tomando en consideración la clasificación que realiza Frye sobre los héroes, Perucho Rodi se ajusta al concepto de “héroe mimético menor” (Meyer, p.46) debido a que es un antihéroe moderno y el lector se identifica con él, tanto por sus éxitos como por sus fracasos. No posee características sobrehumanas; es un hombre corriente. “Su trabajo consiste en mantener todo unido y en orden o morir en el intento” (Meyer, p.46). Meyer entiende que el lector ve en este antihéroe la proyección de sus propios defectos. Y, como humanos viven sus propias limitaciones, se ven obligados a ascender hasta un estadio heroico” (Meyer, p.52), asumiendo el papel que se narra en la historia y así poniendo a prueba sus propias limitaciones.

Todo héroe mantiene una lucha constante entre la vida y la muerte. La naturaleza del héroe aflora dependiendo de cuán extrema o compleja sea la situación. De esta forma se enfrenta como individuo a lo desconocido, su propio ser primitivo e instintivo, para mantener todo unido o morir en el intento. Perucho Rodi mantiene una permanente lucha por la sobrevivencia con el fin de alcanzar la libertad. Frente a esto siente culpa, angustia pero siempre lo que lo mantiene vivo hasta el último aliento es la esperanza, el anhelo de libertad. A pesar del intento la misión fracasa.

En el presente del relato él es un preso político con ansias de libertad, un antihéroe moderno que lucha con los recuerdos de aquel soldado al que le "había vaciado íntegramente su ametralladora señala el omnisciente narrador. Soñará o recordará aquella pesadilla obstinada en retornar. 

El protagonista se torna en un héroe que sufre, solitario y a punto de ser devorado por la tierra. “No le quedaba otro recurso que cavar hacia adelante con todas sus fuerzas, sin respiro...". Rodi sostiene en sus uñas ensangrentadas la carga de sus compañeros de celda. Por reparar aquella masacre que ensucia de sangre su conciencia, Rodi ha asesinado al sueño. Ese estado que el héroe resiste y evita, lo conduce a una lucha con el fin de conseguir la libertad, real y simbólica a la vez, pues también podría liberarlo a él de su conciencia. El protagonista ha ido sorteando obstáculos, desde los desprendimientos de tierra hasta llegar al  momento en que solo quedó la esperanza y un sueño de libertad.

El túnel, vía de comunicación entre la vida y la muerte, asociado con el descenso al infierno que conduce al mundo de los muertos, es un símbolo iniciático de la angustia, de la espera, del miedo y el deseo. En la cosmogonía de muchas culturas, está disociado de lo positivo. Mientras que la celda se relaciona con la muerte y el anhelo por llegar al río que  simboliza la vida. Los contrastes permanentes marcan el tono del relato.

Perucho Rodi recuerda el túnel de Gondra cuando los bolivianos dormían en tránsito hacia la muerte. El relato se construye en torno a la apariencia de dos túneles, transfigurados en uno solo. El primero, deja preso del pasado al protagonista, el segundo, será su tumba. Aquel túnel del pasado fue su salvación aparente, el del presente no lo libera ni a él ni a sus compañeros.

El sueño como plantea Campbell, manifiesta un “sistema de fantasía simbólica […] cuando los sentidos están humillados y limpios” sin defensas de lo racional, abandonado a sus propios demonios.
Y así sucede que si alguien […] escoge para sí la peligrosa jornada a la oscuridad y desciende, intencionalmente o no, a las torcidas curvas de su propio laberinto espiritual, pronto se encuentra en un paisaje de figuras simbólicas (cualquiera de ellas puede tragarlo) (Campbell, pág. 97).

Rodi, se adentra en las profundidades del túnel, desciende a su oscuro inconsciente que traiciona su memoria, volviendo en irreal aquello que su psique le impide asumir.  Él sufre en silencio, la esperanza no se agota a diferencia del oxígeno, mientras tanto lo acorralan los recuerdos.  La tierra como un vientre materno, aprisiona al héroe que intenta reparar la masacre de los ochenta y nueve bolivianos, el mismo número de presos que pretende devolver a la vida a través del río, porque ochenta y nueve eran sus compañeros de celda.

La confusión entre lo real-sucedido y la ensoñación-ficción, sumado a la circularidad que envuelve al relato, marca el tono del mismo, produciendo ahogo en el lector. El tiempo circular  reproduce el pasado, producto de la confusión entre el recuerdo y la fantasmagoría onírica del protagonista.
En la trinchera de Gondra, el protagonista realizó el camino del héroe, su catábasis cuando cava el túnel, para luego ascender (anábasis) cuando “el volcán entró en erupción con lava sólida de metralla” (La excavación, pág. 92). Pero el protagonista no emerge triunfante, lo hace en cambio como un héroe maldito.
El “héroe infernal” según define Meyer que nos refracta “contemplando nuestra imagen reflejada en un espejo a oscuras” (Meyer, pág. 196-197). El héroe cargado de esa clase de humanidad que lo vuelve consciente de su propia indigencia.

El relato presenta elementos de influencia surrealista. En la imposibilidad de definir los límites entre lo soñado y lo real (aunque el narrador lo aclare, es evidente la confusión cuando aflora el inconsciente del protagonista), lo inexplicable entonces, se produce al problematizar la anacronía del tiempo en la ficción. El recuerdo como elemento antojadizo e irracional de la psique. Campbell plantea que el sueño funciona como purificador del yo, sería la segunda etapa del camino según los místicos, que redime al héroe con la muerte.

Otro aspecto surrealista en La excavación, es la idea de la duplicación del yo. Para hacer que la vivencia traumática en la trinchera de Gondra sea aún más dramática, el narrador focaliza en uno de los bolivianos que parece sufrir una pesadilla, justo un momento antes que la metralla de Rodi lo fulmine. El protagonista se ve duplicado en la víctima, y sueña o delira producto de la asfixia, que el otro lo ametralla a él. En esta realidad de lo onírico, la víctima pasa a ser el verdugo, y así el otro se vuelve Perucho Rodi.
Juego fantástico que tiene puntos de contacto con la concepción panteísta, en que un hombre es los otros, anulando su identidad individual. También el héroe se mimetiza con sus compañeros de celda por los cuales se sacrifica, desdibujando su yo, quedando todos contenidos en uno.
 
El concepto de individualidad aparente que plantea Alazraki[5] para el estudio de la obra de J. L. Borges puede extrapolarse al relato que nos ocupa, en tanto que cualquier hombre es todos los hombres,  y que a consecuencia del enfoque panteísta se elimina la identidad del protagonista y asume la de su víctima.  Lo que nos recuerda el cuento de J. L. Borges Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874), en cuanto a que el destino de un hombre se define por un instante, como le ocurre a Cruz viendo al valiente Fierro enfrentarse a sus perseguidores. Así le sucede a Perucho Rodi cuando emerge del túnel para asesinar a los bolivianos, quedando sepultado y prendido por el tormento de dicho recuerdo.
Volverse el otro, de manera alucinada por el delirio de la ensoñación, el inconsciente antojadizo que humaniza al héroe convertido en antihéroe moderno. Débil, vulnerable y reparador.
El tratamiento de la ficción en La excavación, está en función de expresar la memoria del colectivo paraguayo, opuesta a la versión autoritaria y única que impone el poder.
El autor trabaja la idea de realidades múltiples, a través del enfoque desde lo subjetivo. La ficción se vuelve así en voz del oprimido, del individuo que se universaliza por el simple hecho de humanizarse.

Al estilo de la literatura de primera décadas del siglo XX, en que los héroes son personas totalmente corrientes, Roa Bastos introduce un personaje simple que sufre al evocar un hecho que forma parte de la historicidad del Paraguay. El túnel de Gondra, aún en la actualidad es recordado como acto heroico, con placas alusivas y fechas que lo conmemoran. Pero el autor eligió contarlo desde la contracara antiheroica de un protagonista ficticio,estudiante de ingeniería, buen hijo, hermano excelente, hermoso y suave moreno de ojos verdes” dice el texto. Valores simples contrarios a lo bélico; solo víctimas tienen las guerras.

Roa Bastos, cuestionó en su obra la noción de “realidad” asociada a la verdad, sobre todo en la historia oficial. Reproductora de ciclos, dada por el autor en la idea circular, en la reiteración del destino del Paraguay. La intervención constante de la voz narrativa, en tanto que intenta clarificar los sucesos, implica un debilitamiento de la ficción al volverse evidente la intención de denuncia. Sobre el desenlace del relato, se satura de referencialidad explícita y las elipsis narrativas son las grandes ausentes. Por momentos la ficción se esfuma tras el imperio de la denuncia, que pierde en potencialidad significante, tornándose en “literatura militante” como definía el propio Roa Bastos. Quizás la condición de exiliado como aquel que sirve a su país desde el extranjero justifica la literatura de denuncia que caracteriza la obra del autor paraguayo.

Los diferentes elementos señalados en el relato establecen en el lector la vacilación de la linealidad del tiempo. El tiempo cronológico y el tiempo según lo vivencia el ser, cobran dimensión y sentido en función del hombre, así el personaje se construye desde estos ejes que problematizan la existencia. La finalidad del héroe señala Meyer, “sirve al mismo propósito que la propia literatura, es decir, el de dotar de orden y sentido al caos del tiempo […] y a las constantes entradas y salidas de personajes del escenario de la vida” (Meyer, pág. 330).

Roa Bastos crea y construye a su protagonista que encarna el ethos de todo un pueblo, su lucha y su resistencia. La literatura se vuelve así en un espejo poderoso que refracta una nueva realidad.




Bibliografía:


- Alazraki, Jaime. La Prosa narrativa de Jorge Luis Borges. Colección Biblioteca románica hispánica. Gredos, Madrid, 1974.-
- Bareiro Sagnier, Rubén. Augusto Roa Bastos: caídas y resurrecciones de un pueblo. Trilce, Montevideo, 1989.-
- Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito. Fondo Cultura Económica (4ta. reimpresión). Buenos Aires, 2006.-
- Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Colección Labor - Nueva Serie 4, Labor S.A., Barcelona, 1995.-
- Halperin Donghi, Tulio. Historia contemporánea de América Latina. Ed. Alianza (6ta reimpresión), Madrid, 2005.-
- Meyer, Bruce. Héroes. Los grandes personajes del imaginario de nuestra literatura. (Trad. Ernesto Junquera). Siruela, Madrid, 2008.-
- Rama, Ángel. Un paraguayo mira al hombre. Marcha, Nº 1016, 8 de Julio, 1960 (pp. 22-23) .-
- Roa Bastos, Augusto. El trueno entre las hojas. Bruguera S.A. (1era. Edición), Barcelona, 1977.-
- Suplementos Anthropos, N° 25. Augusto Roa Bastos: Antología narrativa y poética. Abril 1991, Anthropos.-




Linkografía:
-          Revista Imago 2015, Nº 8, (27-66). ISSN 0716-9728, ISSN (e) 0719-627.
Franquesa Strugo, Ana María. La excavación  y ´La compuerta número 12: propuesta de lecturas simbólicas del túnel.-




[1] (Roa, pág. 92).
[2] “La contraofensiva paraguaya, tras retomar los fuertes fronterizos tomados por sorpresa en el ataque boliviano, marchó de victoria en victoria hasta alcanzar en 1935 los contrafuertes andinos” (Halperin, pág. 426).
[3] “Después el cuadro de la paz ansiada/sellando la hermandad en la tragedia/de dos pueblos valientes enlazados”.  A. Roa Bastos, elegía juvenil en honor al mariscal Estigarribia (Bareiro, pág. 8).
[4] “El culto del héroe ha sido necesario no sólo por la existencia de las guerras sino a causa de las virtudes que el heroísmo comporta y que, siendo advertidas seguramente desde los tiempos prehistóricos, hubo necesidad de exaltar, resaltar y recordar. Todas las cualidades heroicas corresponden analógicamente a las virtudes precisas para triunfar del caos y de la atracción de las tinieblas. El héroe tiene como fin primordial vencerse a sí mismo” (Cirlot, pág. 238).

[5]  “La eliminación de la identidad es, pues, la consecuencia más directa del panteísmo. La individualidad de las personas es aparente: cualquier hombre es todos los hombres; cualquier hombre es un rasgo de ese rostro único que los  contiene a todos” ( Alazraki, pág. 82).

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