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Rosencof y La Blanqueada: volver al barrio, volver a Rosencof

Autora: Leticia Collazo Ramos



Introducción:
Transgredir el canon[1] resulta necesario para la recreación del imaginario literario y la indagación de nuevas formas de expresión del mundo y el hombre. Esta revisión desde una mirada que no es la consagrada por la academia implica abrir el espectro a nuevos discursos literarios o a autores que, conocidos por otros ejercicios verbales, sin embargo están por fuera del circuito canónico.
Mauricio Rosencof (Florida, 1933) nativo de este departamento es un autor que aparece en los programas de estudio de Educación Secundaria en 3° CB[2] como lectura complementaria en la unidad género Dramático. En los programas de Literatura Uruguaya II en CFE[3] aparece como representante del teatro uruguayo del ’60, pero no se lo menciona como novelista, no hay lugar en el canon de la novela rioplatense para el autor. La propuesta de este trabajo es su inclusión como novelista de lo urbano en la Literatura Uruguaya, lo que implicaría transgredir el canon de nuestra narrativa.
 Esta ponencia es parte de un trabajo de investigación sobre las novelas del autor (referidas en el título) realizada en el marco del grupo de investigación GEA[4], cuyo objetivo es visibilizar claves de la identidad urbana-montevideana, pero capaces de exceder lo local por su especial densidad poética y narrativa, alcanzando ribetes de universalidad. Tolstoi en Qué es el Arte lo señala: conocer la aldea para conocer el mundo, y en Rosencof, el barrio llega a ser el mundo. Por cuestiones de espacio y tiempo se hará una lectura comparada de tres novelas que componen la saga barrial: El barrio era una fiesta de 2005, Una góndola ancló en la esquina 2007, y La segunda muerte del Negro Varela de 2015, para evidenciar los elementos de la narrativa contemporánea que recrean un mundo como el Yoknapatawpha de Faulkner, el Comala rulfiano, o el Macondo de García Márquez. Sin embargo, la Blanqueada de Rosencof es realidad, fue su realidad y por lo tanto, espacio subjetivado por el recuerdo, desrealizado y mítico.
La Blanqueada, ese mundo:
La Blanqueada es un barrio montevideano muy cerca del centro cuya arteria fundamental es la Avenida 8 de Octubre. Su nombre primero fue Las Flores, pero se especula que La Blanqueada deriva -por metonimia- de una antigua casa de comercio que descollaba, pintada de blanco[5]. La amplia historia del barrio se remontaría hasta 1811 pues allí Artigas fue nombrado Jefe de los Orientales en la Quinta de la Paraguaya.[6]El Parque de los Aliados, luego llamado Parque Batlle, el monumento de José Belloni a La Carreta o el Hospital de Clínicas, entre otros edificios vinculados a la salud le otorgan una especial fisonomía. Es a partir de este barrio que el autor en sus relatos crea un mundo[7] narrativo donde tiempo y espacio conjugan lo real y lo mítico, trascendiendo así lo local. Dice R. Ceserani:
Cuando se inicia una narración, se entra en un mundo narrativo que mediante una serie de instrumentos retóricos y procedimientos de ficción genera en el lector la sensación de hallarse en un mundo real, con todas sus características concretas, sus efectos en primer plano y, al fondo, los objetos y las personas que lo habitan. Es algo similar a lo que sucede, mediante las proyecciones y los otros instrumentos de transcripción, en un mapa geográfico. [8]
El lenguaje que estructura estas novelas entrecruza registros de lirismo con acordes coloquiales, murgueros y barriales, otorgándole una particular densidad literaria con la permanente intertextualidad de diversos textos clásicos. Estas novelas dialogan entre sí, replican episodios, historias y personajes creando una transtextualidad[9] que habilita la idea de la creación de un ciclo narrativo del barrio. En tal sentido, en las obras seleccionadas puede leerse la creación de una suerte de Saga[10] literaria en torno al barrio montevideano en la que el autor pasó su adolescencia y parte de su juventud, lo cual implica, desde ya, un marcado sesgo autobiográfico.
 El barrio era una fiesta (aquí EBF) Una góndola ancló en la esquina (aquí UGAE) La segunda muerte del Negro Varela (LSMNV) y La calesita de Doña Rosa (que por razones de tiempo no se abordará) en tanto ejercicios de ficción narrativa[11] están hilvanadas por personajes recurrentes y lugares que configuran la identidad del barrio: El Buen Pastor (convento y casa de religiosas de donde se escapa Clarita); el Quilombo de La Cristiana; Boliche del Recreo La Carreta. Fotos León; librería Ariel; la parroquia Tierra Santa; peluquería Albita; Tablado Rojo Cardenal Patente; Cine Metropol; heladerías Miguelito; zapatería de Don Pedro; El Hospital Saint Bois,(gueto de los tuberculosos); Café y Bar Parque de los Aliados; el parque de los Aliados propiamente dicho; el Club Atlético Tuyutí (en especial la cancha de bochas); pizzerías Daniel; Villa Emma (casa de citas); los siete Ranchos, algo así como la periferia barrial, todos le otorgan esa unidad y el marco realista a las novelas en cuestión.
La genealogía (componente de la saga por definición) no es lo que prevalece aquí, pero sí se constata una solución de comunión y familiaridad entre situaciones y personajes que bien puede leerse como “genealogía barrial” (una suerte de ciclo narrativo).
Las estructuras narrativas:
Desde el punto de vista estructural, tanto la distribución argumental como el manejo del tiempo narrativo es parte de la concepción de la novela polifónica y desarticulada del siglo XX y XXI. En EBF se recrea la estructura de la novela polifónica ya que Rosencof intercala capítulos de la ficción con extractos testimoniales de la Guerra Civil Española, haciendo hablar a diversas voces en el texto[12]. En LSMNV es el manejo del tiempo narrativo lo que prevalece como ruptura, en preposteraciones que van delineando las historias de los personajes mediante analepsis. Tal la del Negro Varela y su infancia pobre, pescando condones en la Rambla; esos recuerdos serán, al fin de la novela, los que lo traigan a la vida después de su “primera muerte": Solo se muere -según el narrador- cuando se dejan de lado los recuerdos:
La muerte es la disolución de los recuerdos, que no quieren morir. Se resisten, clavan las uñas, no confían en la nada, pelean, se debaten. Y ahí están, no sé dónde, no se sabe dónde, dentro del Negro, fuera (…) ¿Cómo se puede atrapar un recuerdo? ¿Cómo? ¿Cómo se atrapa? Cómo se fija, con qué alfiler se fija ese bichito sin cuerpo (p.139)
Es en La calesita de Doña Rosa, especialmente, donde la estructura interna de la novela responde a la definición de short stories cycles[13], o ciclos de historias cortas, volviendo el texto narrativo un híbrido genérico cuyos capítulos parecen estampas o poemas en prosa. Los hipertextos rosencofianos son plenamente reconocibles: los canónicos Hemingway, Faulkner, la Biblia, Shakespeare, Lugones o García Márquez; y más acá, Onetti, aunque en palabras del autor entrevistado: “Onetti es muy truculento, mi barrio no es así. Me identifico más con Felisberto”.[14]  En las novelas mencionadas de Rosencof, la extrañeza que reclamara Bloom para definir lo canónico se da en la rarificación de lo real a partir de la dimensión mítica otorgada a los referentes o a los personajes y su devenir. Tanto el espacio barrial como sus vecinos están insertos en la dimensión de lo hiperbólico, pero incorporado a la cotidianidad del barrio, a partir de lo cual puede hablarse de una concepción del mundo muy cercana al realismo mágico[15]. Los personajes de estas novelas están inicialmente delineados como individuos (cuyos nombres e historias Rosencof toma de su memoria[16]), pero en el acontecer narrativo acaban como arquetipos del mundo urbano, ergo, universales: El Gallego Menéndez, el Macho Gutiérrez, el Padre Pedrín, el Negro Varela, las pupilas del Quilombito de la Cristiana, Tito Ferme, Paisano Rivas, Doña Carmen y Don Dalmiro, etc están presentes en cada una de las novelas de Rosencof. Hay otros que aparecen en exclusividad en UGAE como Liropeya, la Orquídea, personajes femeninos ardientes y coloridos.
 Una poética del Otro: el Otro, el Mismo:
Una segunda hipótesis de investigación en torno al universo narrativo de Rosencof es la creación de una poética de la Otredad que propone el floridense-montevideano apodado “el Ruso” en donde la figura cristológica o los intertextos bíblicos (en el autor judío) exaltan la pluralidad necesaria en un mundo escindido, donde el otro es un extraño. Con sus novelas la narrativa uruguaya recobra esa caleidoscópica naturaleza de la sociedad montevideana nutrida del inmigrante,  acercándose a la rica universalidad de lo humano: el Gallego Menéndez (ex combatiente de la Guerra Civil española, o sea inmigrante); el Negro Invierno o el Negro Varela, (representantes de la negritud), cristianos y anarquistas, la Republicana y los tuberculosos atrincherados en el Estadio Centenario, todos forman parte del barrio-mundo que crea Rosencof. En El barrio era una fiesta, hechos tales como la rebelión cuasi épica de los tuberculosos del Saint Bois contra la gendarmería despierta la complicidad del barrio, y en cada personaje, con su pobreza a cuestas, hay un margen de solidaridad para con el enfermo. En Una góndola ancló en la esquina la historia de la góndola del Negro Invierno y su amor imposible al fin recuperado, así como el pacto fallido con Mefistos para encontrarlo se desarrollan en el apogeo del mundo barrial: comercios, tranvías, y la extraña góndola que instala lo mágico en lo inmanente. El gato mefistofélico que le fuera entregado a Invierno con la góndola, lo conduce a las cloacas montevideanas y lo enfrentan al personaje de El fantasma de la ópera, quien acaba llorando su amor perdido junto al protagonista. En La segunda muerte del Negro Varela la resurrección del personaje epónimo gracias al celoso escrutinio del Gallego Menéndez y su cohorte de incrédulos ante el personaje “fallecido” inician un hecho inaudito pero antiquísimo: la resurrección. Siendo una comunidad y teniendo al barrio como parte integral de sus historias, estos personajes trascienden sus vidas individuales y cotidianas, y adquieren estatura mítica: son más que tipos, y sus vidas más que hechos aislados en un barrio. Aquí, la solidaridad ya está en el multitudinario cortejo que amerita el primer muerto barrial y que detiene incluso al tranvía, haciendo que el motorman se quite la gorra solemnemente para dar paso al cortejo: “Póngame el trole a media asta”.
La búsqueda del Otro es lo que mueve a los personajes de sus novelas: en EBF se representa en la solidaridad con los enfermos, la barricada común y pobre contra la gendarmería. En UGAE está contenida en la búsqueda del amor (Coquita) como historia central, pero todos los personajes de la novela buscan su otredad, y en LSMNV, el otro que necesita del barrio es el muerto que urge ser resucitado. En EBF la hospitalidad de la propietaria del quilombito La Cristiana con la hija de una de sus pupilas, la niña Virgen de Lurdes (sic), al descubrir que tiene tuberculosis concreta un pasaje donde el humanismo desborda la historia:
La Cristiana tenía eso, vio. Le encargó a la Portera que limpiara el altillo y que la silla esa, descolada o partida, no recuerdo bien, que se la quede. La escalera que llevaba al altillo era de chapa y con baranda de caño (…) y ahí tenía la azotea, donde flameaban sábanas pecadoras para que vean qué blancura, y colchas que se orean, fíjese la casa es limpia. El altillo tenía su puerta y una ventana interior, que daba al patio. “Dígale gracias a la señora” dijo la madre. “Gracias, señora”. “Vaya m’hija, vaya, tiene una mesita para los deberes” (p.74)
Una mitología de barrio
Las historias (mitos) que se cuentan en la Blanqueada y que el narrador pone en boca de su esquiva voz narrativa o su alter ego el Macho Gutiérrez (Malarracha, el Humanista en UGAE) explican los orígenes de rincones y vecinos, y responden el por qué de conductas y misterios. En la novela de 2005 EBF se inicia la genealogía del barrio, como en un relato de los orígenes: el Gallego Menéndez (personaje que aparece en todo el corpus novelesco rosencofiano) es quien funda en La Blanqueada su nuevo mundo, al huir de su España ensangrentada:
Así fue como cargó las municiones dorado rojizas birladas al desayuno de las gallináceas coloradas y, pico al hombro, fue al campo de batalla del primer baldío. Cavó un hoyo y plantó el primer grano. Y entonces, tal vez por la nebulosa que le iba quedando de lo que era o fue su mujer, “que iba mucho a misa”, murmuró palabras que no pertenecían a su pensamiento: Creced y multiplicaos, por amor de Dios. (p.20)
El personaje, anarquista y exiliado comienza como en un Macondo rioplatense a nombrar y poblar el barrio. En UGAE, la novela menos realista del ciclo de  Rosencof se funden magia, sueño y realidad: la misterioso origen de la góndola que el Negro Invierno acarrea por el barrio; el mito fáustico en el Mefistos de championes; la imagen del fantasma de la ópera habitando en las cloacas montevideanas, entre otros, proyectan la estructura mítica y la rica intertextualidad narrativa. En LSMNV el velorio del protagonista acaba en fiesta, feliz oxímoron, cuando los vecinos lo resucitan con la mecha estomacal, reinstalando en la novela el mito bíblico de la resurrección de Lázaro. La “muerte” del personaje y el proceso de resurrección al que el Gallego Menéndez lo somete instalan en el espacio-contexto de La Blanqueada una dimensión bíblica:
Ahora me pregunto y te pregunto por qué, en el barrio, en mi barrio, en los días de más baldíos que casas, cuando los rieles de los tranvías estaban bordeados de pasto, en esos días, digo, por qué no se pueden dar -como tal vez se dieron- sucesos que cobren credibilidad, porque ocurrieron hace miles de años y están escritos, ¡vamos! (p.91)
A través de la narración concebida como mito, los personajes y las cosas se resignifican con cada acontecimiento. Señala García Gual[17]
 (…) los relatos míticos fundamentales humanizan y domestican los fenómenos naturales y descubren a través de la enigmática naturaleza de personajes y símbolos, que revisten muy diversas figuras, bajo presencias ocultas y maravillosos poderes divinos. Los mitos hacen del absurdo entorno natural un ámbito significativo (…).

Solo en ese marco es posible entender que los tuberculosos del Saint Bois en EBF descubran que sus armas letales contra los gendarmes son sus salivazos, o que una prostituta llame “Que pase el prójimo” a su cliente en un quilombo llamado La Cristiana, o que el personaje de Invierno ancle la góndola en el boliche y gane la apuesta a Mefistos. En la misma coordenada mítica, que implica una visión mágica de lo real, en LSMNV el protagonista es transportado en carretilla y “resucitado” por Menéndez, a la vez que increpado por el Padre Pedrín acerca de qué vio en el más allá. El ayudante de limpieza en la facultad de veterinaria apodado “Dr. Bruni” es el asistente en esta suerte de “lección de anatomía” a lo Rembrandt, que implicó el desintoxicar a Varela de los rastros (“gorgoritos”) de alcohol de primus blanqueado con alpiste, que demoliera al personaje. Uno de los pasajes de la mitología cristiana que sirven de analogía a Rosencof en esta novela es el de la resurrección de Lázaro[18], personaje de los Evangelios que resucita Jesús, pero aquí como parodia:
(…) Concluyo, o se concluye que de darse el retorno del Negro en este presente, no cuenta como antecedente la sacra resurrección de Lázaro, porque no bebía, hasta donde se sabe. (p. 70)
La clave del humor es nota distintiva de la prosa rosencofiana, es su estilo y su visión del mundo.
El esquivo que cuenta
El narrador en estas obras es esquivo, multiforme, tutea al lector y sus guiños hacen que su ubicuidad sea vidriosa. Ya sea homodiegético o extradiegético, en la primera persona del singular o desde la tercera persona, el narrador siempre dialoga con su lector.
Se recordaba otras muertes, lejanas, distantes, pero en otros lados. (…) Los vecinos recordaron que aquello [la muerte] andaba en la vuelta, sin domicilio fijo, andaba nomás, y por ahí se topaba con alguno, cualquiera. Te dejaba tecleando. –La muerte es un misterio-comentó el Tito Ferme [el poeta del barrio] –Una mierda-replicó Menéndez. Entonces cada uno empezó a preguntarse qué habría después, qué vendría: los de Dios, vaya y pase; los otros, a lo sumo, un “algo habrá”. Cerró la meditación el Macho Gutiérrez, que levantaba quiniela puerta por puerta, sabio de los números y la cábala (…) –No interrogues a la vida (y tras dejar digerir la sentencia, remató): mirá si te contesta (LSMNV p.29)

O bien como primera voz del relato, en EBF:

Ahí pasaban cosas que pasaban, y otras, que dicen que no. Pero que yo digo que si se dicen, si se cuentan y ni qué hablar si se escriben, que eran, sin más vueltas, eran. (…) Y estas historias son, como la vida de uno, con cosas que fueron y que no, que son, serán, por ser contadas. (p.1)


Conclusiones: Mnemosine
Incluir el estudio de las novelas de Rosencof desde el punto de vista del ciclo narrativo de la Blanqueada enriquecería notablemente la historia de la novela uruguaya y la visión del hombre urbano. Hay en estas obras una necesidad de recuperar la memoria como clave para fortalecer la identidad, como se ve al comienzo de EBF en una suerte de obertura o invocación a la musa de la memoria que es además una reflexión en torno a ella. El narrador alude allí a la capacidad, más allá de la conciencia, que tiene el hombre de recordar- soñar, con el Hamlet shakespiriano como intertexto:
La memoria que cuando uno duerme, dormir, soñar, tal vez morir, elabora, crea fantasea, te articula sueños desarticulados, te resuelve desde una regla de tres hasta qué palabras vas a pronunciar en la primera cita. Dios bendiga esa memoria. (p.1)

La memoria es exaltada como surtidor de los recuerdos del barrio que nutren la novela, y el narrador, queda como mediador entre aquellos y la escritura:
Por eso hoy, que la descubro, le dejo mis dedos. Que ella teclee sus memorias con su memoria, que tiene infinitamente más que la mía. El barrio, mi barrio, se lo dejo a ella. (EBF; p.10)
Ahí pasaban cosas que pasaban, y otras que dicen que no. Pero yo digo que si se dicen, si se cuentan y ni qué hablar si se escriben, que eran, sin más vueltas, eran. Así es la historia. Y estas historias son, como la vida de uno, con cosas que fueron y que no, que son, serán por ser contadas. (UGAE; p.7)

            Volver a la Blanqueada literaria de Rosencof implica replantear el canon de la narrativa uruguaya del siglo XX, a la vez que reconstruir una memoria absolutamente necesaria. Recuperar el barrio es recuperar la propia historia, y poner en un nuevo canon una narración que parte del realismo para superarlo ampliamente. En las tres novelas que se comparan, la creación de una mitología barrial, la riqueza transtextual que propende a la creación de una saga o ciclo novelesco construido desde la visión mágica del mundo sostienen el valor literario de un universo narrativo urbano. Es necesario revisar este otro Rosencof, el novelista, que desde su memoria trae el barrio instalándolo en el imaginario literario de la narrativa uruguaya, y el barrio entonces, mítico, plural y mágico, entra en el mundo.




Bibliografía:

Arfuch, L El espacio biográfico Dilemas de la subjetividad FCE 2007 Bs As Argentina
Bajtin, M. Estética de la creación verbal Siglo XXI 2005 Bs As
Bloom, H. El canon Occidental, Anagrama 1994, Barcelona
Campodónico, M. A Las vidas de Rosencof Aguilar 2012 Uruguay
Ceserani, Remo Introducción a los estudios literarios Ed Crítica 2003 Barcelona
García Gual C, Historia mínima de la mitología Ed Turner 2014 México
García Gual, Carlos Introducción a la mitología griega Alianza 1992 Madrid
García Gual, Carlos La muerte de los héroes Turner Publicaciones 2016 España
Genette, G Palimpsestos La literatura en segundo grado Taurus 1989 Madrid
Noguerol Giménez, F Híbridos genéricos: la desintegración del libro en la literatura hispanoamericana del siglo XX. Universidad de Salamanca 
Rest, Jaime Novela cuento teatro: apogeo y crisis CEDAL 1971
Ruquet, Esteban Más allá de la literatura: la construcción de mundos en la narrativa popular
Webgrafía:





[1] Bloom, H. El canon Occidental, Anagrama 1994, Barcelona: “Cuando se lee una obra canónica por primera vez se experimenta un extraño y misterioso asombro, y casi nunca es lo que esperábamos.” (p.13)
[4] Grupo de Estudios Autobiográficos CFE Depto Nacional de Literatura
[5] Información tomada de  http://anaforas.fic.edu.uy/jspui/bitstream/123456789/9211/1/8-Montevideo_Los_barrios_II.pdf
[6] Tomado de  http://municipioch.montevideo.gub.uy/node/210
[7] Ruquet, Esteban Más allá de la literatura: la construcción de mundos en la narrativa popular
[8] Ceserani, Remo Introducción a los estudios literarios Ed Crítica 2003 Barcelona 
[9] Genette, G Palimpsestos
[10] En tanto género discursivo, surge hacia el siglo XI en Escandinavia, con el fin de reunir narraciones de hazañas o aventuras militares o de otro tipo, donde además se describían las costumbres de la época engrandeciendo a los héroes. El concepto también se aplica a un amplio rango de trabajos literarios, incluyendo biografías de santos, de reyes, así como a narraciones de ficción en general. etimologías.dechiles.net/?saga 
[11] Rest, J. Novela cuento teatro: apogeo y crisis
[12] Josefina Manresa, J. López Silveira y Benoite Groult. Sus testimonios se transcriben en cursiva en la novela
[13] Noguerol Giménez, F Híbridos genéricos: la desintegración del libro en la literatura hispanoamericana del siglo XX. Universidad de Salamanca 
[14] Entrevista Collazo-Rosencof 27/9/2017
[15] Diccionario Akal de Literatura General y Comparada Akal de Bolsillo 2006 Madrid: “Estéticamente ha fundido prosa y poesía revalorizando las potencialidades metafóricas del lenguaje frente a la mera y desnuda descripción de la realidad.” (p.303)
[16] Para el autor, personajes de su adolescencia que señala como “edad de oro” Entrevista personal
[17] García Gual Historia mínima de la mitología Ed Turner 2014 México p. 28
[18] Evangelio según San Juan Cap. 11

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