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Sueño de la imaginación despierta (1)

Autora: Alejandra Dopico


Este artículo tiene como objetivo estudiar y difundir una de las propuestas multidisciplinarias del poeta Luis Bravo. En esta instancia crea un diálogo entre la fotografía y la poesía. El material visual es testimonio de su visita a la ciudad de Isfahán, en ocasión de asistir al Primer Congreso de Literatura Latinoamericana, celebrado en Teherán del 26 de mayo al 1 de junio del 2007.

De esta visita surge este “entramado” que reúne imágenes y poemas, titulado Visiones de Isfahán, hasta el presente publicado en Revistas electrónicas y de forma completa en la revista Sic Abril /2018  

Para realizar este estudio que parte de los motivos orientales de los poemas, se los ilumina desde la fenomenología crítica de Bachelard, se recurre, también, a la filosofía sufí para reconocer las coordenadas de la dimensión mística y la mirada integradora que María Zambrano ofrece de lo poético, les brinda un espacio posible de conocimiento.

Sobre Visiones de Isfahán de Luis Bravo. (Selección)

Es un entramado compuesto por siete poemas y ocho fotografías tomadas por el autor en la ciudad iraní en el 2007, para la presentación del siguiente material en este Congreso se seleccionaron cuatro poemas junto a las cuatro imágenes que los integran.
A lo largo del estudio se alterna entre las expresiones “entramado” y “trenza” como “telar” y “tejido” que evidencian el camino recorrido en este particular proceso creativo. Es particular porque, como se lee más abajo, las imágenes no acompañan a los poemas ni viceversa, por el contrario, ambos soportes integran un mismo objeto estético. Las imágenes delatan haber sido tomadas por un poeta y, a la vez, los textos poéticos muestran la poesía que, al mismo, tiempo surge del soporte visual, esto es, todo se resignifica mutuamente y al unísono.
El término “visiones” determina la complejidad de este material. Si bien, en un primer acercamiento, podría pensarse en la simpleza de capturar una experiencia visual concreta; al avanzar en su lectura, el término toma su real dimensión e invita a un viaje en el que el plano concreto exterior oficiará de guía o manifestación de otro transitar, que tiene que ver con la naturaleza compleja del ser y con ella del cosmos, desde la sensibilidad occidental que dialoga con la comprensión sufí del universo.
Con la intención de despejar el camino, resulta necesario incluir al respecto la definición que otrora resultara útil al poeta, tomada de Random Michel, para ensayar posibles coordenadas a esta temática:
 El arte visionario existe como comunicación interna y privilegiada con la naturaleza, no obstante nunca la describe. La naturaleza muestra o encubre el lenguaje universal de los mitos, de los dioses, de la forma alquímica y espiritual, de las entidades que simbolizan el poder de lo viviente, que está siempre en acción (…) Y esta sensitividad cósmica es percibida de acuerdo a la “cualidad” de cada ser y de cada creador”[1]
 Según esto, el desafío propuesto por el poeta es lograr testimoniar esa zona difusa de la realidad que es experimentada como a “medio camino” entre lo preciso y lo apenas perceptible. Ese encuentro entre el hombre con lo oculto, lo invisible, lo ajeno, eso que viene de algún otro lugar.
Lejano es Isfahán y el poeta da testimonio del transporte allí experimentado que atraviesa tiempo y espacio enmarcándolo entre las líneas de los poemas y los colores de las imágenes.

I-                  Al – faná
                                                     
Es el primer poema que integra este entramado. Consta de cinco versos ordenados en dos dísticos más un verso final. Su métrica varía entre las seis y las nueve sílabas.

Bravo recurre al aspecto místico del islam, el sufismo, para la aclaración del título con el siguiente paratexto: “éxtasis en la contemplación y gozo de la divina belleza”. A tal respecto, habría que agregar una apreciación de valor fonético señalada por Bachelard cuando reconoce a la vocal “a” como el sonido “de la inmensidad” y agrega “es un espacio sonoro que comienza en un suspiro y que se extiende sin límite” (2012:236).  Al vocablo escindido del título, el único fonema que le brinda un sonido abierto y fluido es, justamente, la “a”. Tal vez, pronunciada como acto reflejo de la contemplación de lo inmenso.          
            Al mismo tiempo, las palabras que titulan la imagen “al oro del sol” sin verbos, sin acción, es decir, sin movimiento, proponen al lector situarse en ese gesto contemplativo, anterior a la producción escrita que de alguna manera parece inspirarla.  La contemplación es un estado del alma, según esto, lo contemplado debe tener la capacidad de dejar arrobado al que contempla. Es la suspensión de los sentidos que, tal vez, en ese instante captan lo trascendente, eso que se escapa de la explicación sensible del mundo.
 Asimismo, Bachelard señala la dimensión íntima de la noción de inmensidad y afirma que esta nace en un momento de éxtasis que desdibuja el mundo concreto (2012: 232). De alguna manera esa contemplación es causa y efecto del gozo de experimentar lo inmenso, es decir lo bello.

El primer verso comienza en minúscula como consecuencia de ese título propuesto, dado que si la vocal “a” refiere al sonido de la inmensidad, no sería posible identificar el punto inicial, de ahí la idea del suspiro como consecuencia primera de esa contemplación.
                                                                                                    
De igual modo propone un hipérbaton, tensa aun más la atmósfera contemplada. El diapasón sostiene la tensión de la cuerda, que al mismo tiempo es piel en el cielo, respiración sostenida en ese espacio cóncavo, redondo, contenedor, cuenco, símbolo de la totalidad, del infinito. Ese cielo es de oro como el sol, y por serlo recuerda la presencia de lo trascendente, es cúpula y cáliz invertido, receptáculo de fuerzas espirituales, ojo que todo lo ve y, que al mismo tiempo, le otorga al observador/observado certeza de ser.  

En él se dibujan arabescos que se hacen más pequeños hacia el centro de la cúpula para fundirse en una estrella mayor que observa. Se suspende el aliento del que, absorto, se maravilla en esa atmósfera que resulta una muestra de lo que el todo es, y en ese punto, otra vez, “al- faná”, en otras palabras, belleza divina, inmensidad.
                                     
            Dos versos paralelos que transgreden las normas sensoriales con un quiasmo silencioso que aun así vibra y sueña. Todo parece cuestionarse, desde el silencio que suena hasta la presencia de esa atmósfera de ensoñación. Dicho de otra manera, el silencio se personifica a través del verbo soñar, actividad humana que habilita ese discurrir de experiencias. Es posible, entonces, darle sonido y movimiento a esa urdimbre que nos muestra que también se puede ser parte de ella.

            Esa piel arde, es luminosa, contiene el oro del sol, luz de vida, el brillo de lo supremo y por lo tanto trascendente, es análoga al cosmos. Convive lo originario articulado al presente por medio del testigo. Este testigo es historia y con ella el tiempo, en esta contemplación dorada, parece detenerse.

II-                Arrobo

Es una composición poética formada por tres versos de arte menor que resignifican la imagen titulada Señales. Es una toma fuera de foco, difusa que más que captar la realidad parece compartir lo que, aún sin burka no se ve con nitidez.

            Entre las acepciones de la palabra del título de la foto se puede destacar la que se refiere a que señales son indicios, imágenes o representaciones de algo o cosa extraordinaria y fuera del orden natural.
Resulta, por lo menos, curioso la aplicación de la técnica fotográfica que tiene como objetivo fijar una imagen, para lograr captar un movimiento. Por otro lado, la imagen logra una relación dialéctica con su título, dado que este anuncia la presencia de algo extraordinario. Esto es, que desde dos soportes distintos, se trenza un tejido en el que, se enrosca la imagen y el texto, logrando, un mismo objeto poético. Dicho de otra manera, coexisten dos transgresiones, por un lado, el juego mismo con la técnica fotográfica exigida al punto de lograr expresar movimiento cuando su misma materialidad la determina como fija. La segunda transgresión, es referida al contenido, el título de la imagen plantea la naturaleza extraordinaria del tema de la foto y así desafía otro de los aspectos determinantes del soporte como ser el que lo define por su capacidad de captar la realidad. Varias líneas propuestas desde la sola imagen que aumentan sensiblemente al mirarlas desde la lente poética.
                                                                                                    
            Surge la pregunta, ¿qué es lo extraordinario de esa imagen además del mundo de Las mil y una noches al que remite? Al avanzar se nota que ambos títulos coinciden, es decir, Señales, como representación de algo más, y Arrobo que ubica al lector, nuevamente, en un estado de enajenación, de éxtasis como se vio en Al-faná.
Se identifica, así, una línea temática, el éxtasis, el arrobamiento. Según esta línea María Zambrano explica el desafío del poeta como la búsqueda, primero del secreto y luego de su revelación. Según la filósofa, conocer el secreto es experimentar aquello que no se puede decir “con la voz por ser demasiado verdad” y más adelante afirma: “La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, es el silencio de las vidas, y que no puede decirse” (2005:30). Frente a la imposibilidad, el silencio es respuesta inmediata producto de ese estado del alma que es la contemplación. El desafío del poeta será el modo de revelación. En este caso, la imagen capta y muestra el secreto, aquello indecible, y el poema será su puesta en texto aunque sólo sea un intento.
 En este segundo poema, el arrobamiento es producido por la acción del desborde silencioso de la luz. Esta es panal que se cuela por doquier y al hacerlo sobrepasa con su brillo los límites del afuera y del adentro. No hay límites claros, todo es difuso, juego cromático, luz y oscuridad. El arrobamiento imprime el afuera en el yo y así esfumina su ser, se funde en eso extraordinario, inmenso que lo excede. Dibujos luminosos que tienden sus brazos intangibles cual imán a ese “bulto de sombra”. Esa figura oscura no tiene límites precisos, como su definición lo dice es un cuerpo indistinguible por su distancia, por su falta de luz o por estar cubierto. Se deshumaniza a quién allí viene o va, es igual, otra variante de la ambivalencia planteada, todo es unidad.
            El punto central es la unión de la luz y la sombra a través del éxtasis, del arrobamiento. Es la intensidad del momento en el que los opuestos se encuentran.



III-             Diván de los hallazgos                             

Quince versos organizados en tres estrofas más un verso que funciona como quiebre del poema en dos partes. La primera estrofa consta de seis versos, la segunda de tres seguida por el verso solitario y la cuarta de cinco. Su métrica varía entre versos de arte menor y mayor. La composición se divide en dos momentos a través del verso que repite el título.
El desafío comienza ya en él, este, es enriquecido con un epígrafe que pertenece al místico musulmán persa Yalal al- Din Rumi, célebre poeta que plantea como concepto central de su obra la unidad y la búsqueda constante del retorno a esa unión con lo originario, difundiendo en su poesía el discurso religioso islámico.

El primer momento de la composición brinda la ubicación espacial concreta, aparece el yo que se expresa desde un pretérito que en la misma estrofa evoluciona hacia el presente y allí permanecerá hasta el final del poema. Primer grupo de versos colmado de imágenes auditivas, visuales, táctiles, acompañadas por una aliteración que intenta recrear el instante del roce de cuerpos y sedas en ese serrallo. Brillan los colores en lluvias de lentejuelas y en ese lucimiento aparece el movimiento de la danza y su sensualidad junto al sonido del kamánche[2]. La hija del gran visir, Scheherezade, parece bailar allí, todo es origen, poesía y relato de la mano de la palabra “sueño” que habilita la ruptura de los límites del espacio y del tiempo. Estrofa que culmina en la palabra “fuente” que, lejos de ubicarse en el centro, como en la arquitectura islámica, se la ubica al final del verso. El yo, luego de haberse perdido en la sensualidad del color, el tacto y el movimiento encuentra en ella el origen de la vida interior y por ese motivo el tiempo ya ha dejado de ser pretérito y se ha instalado en el presente desde algunos versos atrás.
Atmósfera humeante del ensueño danza desde el tabaco, fiesta de los sentidos, todo es ojo, todo es boca, todo es poro y también es umbral. La música del daf [3]en su latir invita junto con el laúd a mirar hacia el cielo y en ese instante la presencia del verso solitario transporta al segundo momento.
Ese verso eje, se detiene en el encuentro, en ese supremo consejo, que en esta composición parece intentar expresar el secreto esencial, ese que halla en lo humano también lo trascendente, lo inmenso. En esa atmósfera de explosión sensorial, también, se apela a otra facultad humana como ser la intuición de lo ajeno que por momentos parece reconocerse como familiar.
Ahora sí, aparecen las cúpulas que tocan el cielo y se menciona la caligrafía árabe que funciona como máquina del tiempo y ubica al lector, desde el uso del presente, en un pasado primitivo en el que la necesidad de la fijación de la palabra sagrada hizo que se la dibujara con cálamo en alguna superficie blanda.
No hay brillo, hay palabras que son pronunciadas y grabadas desde tiempo atrás, en este momento del poema el tiempo de reunión es el sagrado. Se convoca a la oración colectiva desde el minarete que se eleva y desde allí se proclama el secreto ahora trazado en el arte de la línea, alimento infinito para el hombre de fe.
Así, desde esta afirmación se reconoce la división del colectivo. La imagen capta una mitad de la cúpula en la que los rayos solares se reflejan y la otra mitad, ensombrecida. Señala la existencia de una mitad que aunque escucha los cánticos que anuncian lo indecible, aun no logra comprenderlo.

La imagen que acompaña se llama Roca de la ascensión. Otra vez la cúpula, en este caso como piedra milenaria, sostén de lo etéreo. Bachelard afirma: “…parecería que, en una especie de diálogo de las rocas y de las nubes, el cielo viniera a imitar a la tierra” (2011:209). En este caso, esa roca es una cúpula y de ahí también la vinculación de lo natural primigenio con lo sagrado. Es piedra origen, la condensación de las tradiciones (212). La piedra, a los ojos del hombre, opera como testigo de la eternidad, su duración en el tiempo y su firmeza sostenida parece interrogar a este ser que solo conoce del tiempo su brevedad.
Esa roca cúpula asciende y propone un camino de ascensión que tiene como única senda lo que ella contiene, en este caso, esos cánticos y trazos que susurran el secreto.

IV-              Latif (cuerpos sutiles)

La sutileza del título se refleja en la imagen. El nombre de esta remite a la naturaleza de la poiesis de este material. Como se ha dicho, todo en estas páginas se trenza y al mismo tiempo ambos soportes definen una idea o actúan como testimonio de lo que el hombre corriente, según el sufismo, entiende como imposibilidad.
El primer dístico plantea un nuevo juego de opuestos que continúa en la línea de expresar la manifestación de la contradicción ontológica “alto palacio en el estanque”, cielo y tierra, conviven en el mismo verso. Ambas construcciones humanas unidas en un reflejo, en un espejismo.
En entrevista con el autor, este afirma: “Es el reflejo de lo real en el agua, ese reflejo es el telar del cosmos y ese telar (concepto que se parece a la maya hindú) es una capa de reflejos en el que el mundo entero es solo una visión, un sueño”, (Bravo. Febrero 2018).
El movimiento está dado a través de la comparación de acción que indica el desplazamiento de dos elementos de planos opuestos como las nubes del cielo y el agua.  Las nubes pasan por el cielo, pero en esta comparación lo hacen por el estanque, junto a los peces, ambos planos reunidos, tejidos en el espejismo. El agua origen y testigo, contiene los hilos que integran ese telar que es la Creación. Esta se muestra en una red de símbolos, esto es, en una apariencia particular de la Realidad Absoluta.
 En esa red, la diferencia entre la imaginación y la vigilia siempre permanece, sin embargo, se entiende que ambos estados son solo símbolos (Izutsu: 21), por ese motivo, son representativos de otra entidad.
Desde este aspecto místico se entiende que el hombre dotado de esta capacidad espiritual comprende a la realidad como un sistema de correspondencia del todo y coloca en el mismo plano al mundo de los sueños, al que conoce como imaginación despierta (25).
Para el sufismo este es el enigma irresoluble para la mente de los hombres corrientes que se descubre únicamente a través de la experiencia mística por la que se le manifiesta al individuo su propia inmensidad, su unión primera desde lejos presentida y entonces, otra vez, Al-faná!



[1] Random, Michel en Bravo, Luis. 2007: 14
[2] Instrumento de cuerda, originario de Persia
[3] Instrumento de percusión persa.

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