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Homoerotismo, encuentro y deseo: una lectura de “La Muerte en Venecia” de Thomas Mann

Autor: Alejandro Pignataro






“El erotismo es lo que en la conciencia del hombre
pone en cuestión al ser” (G. Bataille).

LO HOMOERÓTICO Y LO SEXUAL.

“La muerte en Venecia” (en alemán: “Der Tod in Venedig”) es una novela de 1912 escrita por Thomas Mann. Más allá de la variada cantidad de personajes que aparecen en la misma, desde el enfoque que se presentará, se considera que los más importantes son dos: Gustav von Aschenbach y Tadrio. Los escenarios, si bien también son variados, se podría decir que se reducen a un hotel de veraneo en Venecia y la playa contigua al mismo, lugares públicos y privados que se alternan en el desarrollo de la historia, sin restar importancia también a las descripciones minuciosas que presenta el narrador de la ciudad de Venecia en general.
Se podría decir que uno de los intereses de la obra reside en el “drama interno” de von Aschenbach, quien es presentado como un importante escritor alemán de edad madura (aspecto que en toda la novela se reiterará) que llega a la ciudad italiana de Venecia, en un proceso de escape, pero también de búsqueda y de reencuentro consigo mismo. En el hotel, Aschenbach centra su atención en un adolescente polaco llamado Tadrio quien, desde su perspectiva, presenta una belleza única, similar a la de un dios. Esto hace que el personaje comience a experimentar una atracción que por momentos podría rayar con aspectos neuróticos obsesivos, haciendo incluso que sus deseos de “poseer” al joven vayan en aumento, hasta lograr casi una “transgresión”. Sin embargo, esta trasgresión nunca se concreta; quizás es por eso que el deseo por “lo prohibido” se incrementa gradualmente.
A sabiendas de que el análisis de esta obra podría abarcar una infinidad de líneas, se cree conveniente enfocarlo en un aspecto en particular: el deseo, vinculado a la condición (homo)erótica que se manifiesta en y desde el protagonista. Santiago Martín Arnedo (2011) sobre la novela de Mann, expresa que “una interpretación exclusivamente homoerótica podría llegar a ser totalmente irrelevante”; sin embargo, este enfoque podría aportar algunas claves para entender la psicología del protagonista y su visión del mundo.
Cuando se emplea la palabra "homoerotismo" se alude a la posibilidad que tienen algunas personas de sentir diversos tipos de atracción tanto erótica como de relacionamiento físico de diversas maneras, con otras del mismo sexo biológico. Esto es lo que sucederá en la novela a Aschenbach, en relación a Tadrio.
De acuerdo a lo planteado por Juan Cornejo Espejo (2009) varios autores, entre los que destaca a Kenneth Lewes, Robert Stoller y Jurandir Freiré Costa, prefieren la utilización de la noción "homoerotismo" en lugar de “homosexualidad”, por varios motivos. Uno de ellos es que este término tiene “mayor claridad”, en tanto “describe mejor la pluralidad de prácticas y deseos de los hombres orientados hacia el mismo sexo” (144). Cornejo Espejo también sostiene que: “interpretar la idea de "homosexualidad" como una esencia, una estructura o denominador sexual común a todos los hombres con tendencias homoeróticas es incurrir en un heterosexismo inaceptable. El homoerotismo, en cambio, aleja la posibilidad de asociación con enfermedad, desvío, anormalidad o perversión” (144). Por otro lado, siguiendo a este autor, se prefiere esa nominación: “porque el término no posee una forma sustantivada que indique identidad, como en el caso del homosexualismo, de donde se derivó el sustantivo homosexual” (144). Así, el hombre “homosexual” no sería más que una realidad lingüística y no una realidad “natural”. Basándose además en postulados de Costa (1992), dice que “es una forma de subjetividad que como cualquier subjetividad puede ser históricamente circunscrita en su modo de expresión y de reconocimiento” (146).

DESEO Y HOMOEROTISMO EN LA NOVELA.

Teniendo en cuenta los postulados de Freud, se puede decir que el “deseo” surge como una relación alucinatoria de la meta que se persigue. Se trata de un impulso que intenta nuevamente investir la imagen mnémica de una percepción que ya ha sido vivida. En “La interpretación de los sueños”, este autor sostiene:
se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción misma, vale decir, en verdad, restablecer la situación de la satisfacción primera. Una moción de esa índole es lo que llamamos deseo; la reaparición de la percepción es el cumplimiento de deseo, y el camino más corto para este es el que lleva desde la excitación producida por la necesidad hasta la investidura plena de la percepción. (Freud 557-558).

En algunos postulados freudianos se encuentra también la idea de que existen dos tipos de deseos: uno ligado a lo sexual y otro ligado al ser vivo que percibe. Este punto podría verse reflejado en “La muerte en Venecia”: se podría interpretar que en Aschenbach el deseo ligado a lo sexual no aparece (o no lo manifiesta la voz narrativa) pero sí el deseo ligado a la percepción, reflejado ya desde el primer capítulo de la novela. El protagonista camina por una ciudad de Munich cuando de pronto visualiza a lo lejos a un hombre, en quien centra su atención: “un hombre de aspecto nada vulgar que dio a sus pensamientos una dirección totalmente distinta” (Mann 7). Las descripciones que se realizan de ese otro personaje están fuertemente marcadas por un estilo expresionista cargado de detalles; las mismas nos remiten desde ya a la idea de una “movilización interna” por parte de Aschenbach, asociada al homoerotismo y la noción de deseo: “¿Aschenbach pecaba de indiscreción al observar así al desconocido en forma un tanto distraída y al mismo tiempo inquisitiva?” (Mann 8-9).
A partir de este momento es que se manifiesta en él un deseo puntual: viajar. Este viaje resultará un hecho trascendental para la historia y para la vida del personaje: “de pronto advirtió una sorprendente ilusión en su alma, una especie de inquietud aventurera, un ansia juvenil hacia lo lejano . . .  Era sencillamente deseo de viajar; deseo tan violento como un verdadero ataque, y tan intenso, que llegaba a producirle visiones” (Mann 9). Más adelante, sigue planteándose explícitamente el viaje en términos de ferviente deseo: “comprendía perfectamente la razón de aquellos súbitos deseos. Era un ansia indudable de huir, ansia de cosas nuevas y lejanas, de liberación, de descanso, de olvido. Era el deseo de huir de su obra, del lugar cotidiano, de su labor obstinada, dura y apasionada” (Mann 12).
Esta idea es tan recurrente, que decide concretar el viaje, visitando Trieste, Pola, una isla del Adriático, hasta finalmente decidir su estadía por un tiempo en Venecia. Quien le vende el boleto del barco le dice: “¡Oh, Venecia! ¡Magnífica ciudad! ¡Ciudad de irresistible atracción para las personas ilustradas, tanto por el prestigio de su historia como por sus actuales encantos!” (Mann  31). Sin embargo, todas sus expectativas cargadas de optimismo se vieron avasalladas ya desde el momento en que va llegando a la ciudad, dado que las condiciones climáticas no le presentan un panorama de la Venecia con la que él se esperaba encontrar: “tuvo que aceptar la idea de encontrarse, llegando por ruta marina, con otra Venecia distinta de la que él había conocido cuando la visitó por tierra” (Mann  36).
En el tercer capítulo se presenta el hecho de que, una vez instalado en el hotel, visualiza a un muchacho que está junto a su familia, centrando su atención en él. Esta atracción continúa al día siguiente y se incrementa: “Esta vez estaba frente a Aschenbach, quien volvió a ver, con asombro y hasta con miedo, la divina belleza del niño” (Mann 56). A partir de allí, empiezan a surgir deseos de índole homoerótica por parte del protagonista hacia el joven que se seguirán manifestando a lo largo de toda la novela, cada vez con más intensidad, pero también rodeados de “obstáculos” (principalmente internos). Las descripciones que el narrador presenta del muchacho, en un primer momento, tienen un tono expresionista, con gran cantidad de detalles; esta fijación en él hacen que Aschenbach piense: “Aunque no tuviera yo el mar y la playa, permanecería aquí mientras tú no te fueras” (Mann 56). En una escena posterior, en la playa cercana al hotel, vuelve a ver al muchacho e incluso logra conocer su nombre: Tadrio.
Es interesante en este punto, citar nuevamente la voz narrativa, quien plantea en cuanto a Aschenbach: “a su temperamento circunspecto repugnaba explotar, ni aun consigo mismo, esa clase de explosiones pasionales como las que casualmente había descubierto” (Mann  60). Visualizar al  joven, hace que el protagonista despierte “pasiones revueltas”, en tanto se exalta su belleza ligada a la idealización, aún conociéndolo simplemente a través de la contemplación visual y auditiva. El narrador, no deja de prestar atención y describir la naturaleza que rodea la escena, lo que otorga un cierto carácter lírico a la narración, afirmando la sensación de plenitud en el personaje. La atracción hacia el joven, se visualiza a través de varios recursos estilísticos presentes en el relato, como por ejemplo las descripciones, como ya se mencionó. Otro de tantos ejemplos, es cuando el narrador dice que a Aschenbach le producía evocaciones místicas “la visión de aquella figura viviente, tan delicada y tan varonil al mismo tiempo, con sus rizos húmedos y hermosos como los de un dios mancebo que, saliendo de lo profundo del cielo y del mar, escapaba al poder de la corriente” (Mann  63).
Otro punto clave en la novela, donde se puede constatar el homoerotismo, se presenta cuando se expresa, con respecto a Aschenbach: “Casi estuvo convencido de que su misión era velar por el muchacho, en lugar de ocuparse en sus propios asuntos. Y un sentimiento paternal … llenaba y conmovía su corazón” (Mann  64). Estos planteos que surgen en la mente de Aschenbach, podrían ser asociados a la idea de “sublimación”. Se entiende la “sublimación” como un “proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual … Se dice que la pulsión se sublima, en la medida en que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y apunta hacia objetos socialmente valorados” (Laplanche 415). Otro ejemplos claro de sublimación se presenta cuando Aschenbach manifiesta deseos de escribir: “Súbitamente sintió el deseo imperioso de escribir … su excitación le impulsaba a tranquilizar por medio de la palabra el torbellino de sus pensamientos” (Mann 88). En este caso, el protagonista se encuentra a medio camino entre esas pretensiones (deseos) y “lo social”, lo que parecería derivar en un sentimiento de culpa momentáneo por expresarse en él esos sentimientos hacia Tadrio: “así, perdido en tan exóticos extravíos del sentimiento, recordaba la severidad y la varonil apostura de sus ascendientes y sonreía melancólico. ¿Qué dirían? Pero, ¡qué dirían al juzgar toda su vida, una vida tan diferente a la de ellos, hasta haber caído en la degeneración!” (Mann 107).
Aschenbach, quien nunca concreta un contacto físico directo con el joven, más allá de la contemplación y el deseo de acercarse, presenta así conflictos internos. Cornejo Espejo, sostiene que el homoerotismo en muchas culturas es una “experiencia subjetiva moralmente desaprobada por el ideal sexual de la mayoría” y que
afirmar esto en una cultura … orientada a la idea de realización afectiva y sexual, es privar a ciertos sujetos de esa realización. Tanto más cuando esos mismos sujetos fueron enseñados a desear ese tipo de satisfacción. Convivir con esa paradoja emocional exige un montaje imaginario en que ciertas defensas psíquicas son recurrentes, por cuanto se muestran eficientes en la protección contra el prejuicio. (147).


REGRESO, REENCUENTRO E IMPOSIBILIDAD DE TRANSGRESIÓN

Por otro lado, la ciudad de Venecia, a pesar de determinados encantos que (re)encontró el protagonista, no llegó a satisfacerle del todo. El clima denso, pesado, le resultaba agobiante, por lo que decidió marcharse. Esto afectó tanto su estado anímico, que una vez que se fue de la ciudad, buscó una excusa para regresar, no solo a Venecia sino a ese mismo hotel. En esos pasajes, se  manifiesta nuevamente un conflicto interno en Aschenbach, principalmente reflejado en los pensamientos que expresa. La causa de su angustia  (despedirse definitivamente de Venecia) en realidad surgió porque “se dio cuenta de que la despedida le había resultado tan dolorosa sólo a causa de Tadrio” (Mann 77). La felicidad manifestada en el personaje, debido a su regreso, le genera a su vez seguridad. En este sentido, G. Bataille afirma que una felicidad tranquila, donde prima el sentimiento de seguridad, es lo esperable luego de un largo sufrimiento que la precedió.
A partir de entonces, la contemplaciones al muchacho las hacía más a menudo, buscando un lugar confortable desde el cual observar, analizar, investigar: “Y esta complacencia de la fortuna … era todo lo que le llenaba verdaderamente de satisfacción y goce, lo que le hacía tan agradable su vida y lo que determinaba que los días soleados desfilaran sonrientes ante él, sin interrupción” (Mann  81). Las expresiones hiperbólicas por parte del narrador al describir a Tadrio, a partir de los sentimientos internos de Aschenbach, determinan el grado de deseo presente en este último y la exaltación hacia al joven que trasciende incluso lo físico y se eleva a lo espiritual: “en un éxtasis de encanto creyó comprender, gracias a esa visión, la belleza misma, la forma hecha pensamiento de los dioses, la perfección única y pura que alienta en el espíritu, y de la que allí se ofrecía, en adoración, un reflejo y una imagen humana” (Mann 85). Sumado a esto, parecería que la vida de Aschenbach tiene sentido solo a partir de la existencia de Tadrio: “se acostaba temprano, pues a las nueve, cuando Tadrio se había alejado, le parecía que el día estaba terminado” (Mann  93). Incluso le surge la preocupación de que tal existencia se perdiera: “lo único que le preocupaba era que Tadrio pudiera marcharse. No sin espanto había comprendido ya que no sabría cómo vivir si tal hecho aconteciera” (Mann 103).
Este estado en el protagonista va “in crescendo” hasta que surge el deseo de tener un contacto físico con el muchacho, pero no lo logra, lo que genera que el deseo de posesión de “lo prohibido” vaya en aumento, pero sin lograr la transgresión. Al mismo tiempo, reflexiona sobre su propio estado, lo que nos remite a la idea de que constantemente actúa en él el principio de realidad y es consciente del “vacío” existente entre él y su objeto de deseo: “¿Es que la fuerza atractiva, la fascinación de un sentimiento superior, obraba sobre su ánimo delicado e irreflexivo?” (Mann 96).
Mientras todo esto sucede, la ciudad de Venecia es azotada por la epidemia del cólera, que se expande sin cesar sobre toda la ciudad; por esto, es que las descripciones de la misma y sus alrededores, en la novela, se presentan con un tinte sombrío y de decadencia, en una mezcla sensorial de imágenes visuales y auditivas. Las autoridades ocultan la existencia de esa peste, principalmente por motivos económicos asociados al turismo. Aschenbach, a pesar de que los turistas comienzan a escapar, decide no irse, por no soportar el alejamiento con Tadrio. Su salud desmejora día a día, al mismo tiempo que aumenta el deseo, hasta que cuando la familia del joven decide marcharse, Aschenbach observándolo desde lejos, sufre un desmayo, lo que anuncia su muerte en un breve lapso, dando así sentido al título de la novela. La muerte, en este caso, puede funcionar como liberación frente al estado represivo de Aschenbach, una liberación ante la angustia de tomar conciencia plena de no poder poseer a su objeto de deseo:

cayó de bruces, mientras su rostro tomaba la expresión cansada, dulcemente desfallecida, de un adormecimiento profundo …  Pasaron unos minutos antes de que acudieran en su auxilio; había caído a un lado de su silla. Le llevaron a su habitación, y aquel mismo día, el mundo, respetuosamente estremecido, recibió la noticia de su muerte. (Mann 142).

BIBLIOGRAFÍA
-Cornejo Espejo, Juan. “Equívocos del lenguaje: homoerotismo en lugar de homosexualidad”. Revista ALPHA Nº 29, Dic. 2009: 143-154. Impreso.
-Freud, S. La interpretación de los sueños (segunda parte). Bs. As.: Amorrortu Ediciones. 1900. Impreso.
-García Collado, Francisco. “Análisis del concepto de deseo en Platón, Freud y Lacan frente a la crisis del sujeto contemporáneo”. Tesis. Universidad de Barcelona, España, 2013. Web. 17 Dic. 2016. <http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/50508>
-Laplanche, J. y Pontalis, J. Diccionario de Psicoanálisis. Argentina: Paidós. 1996. Impreso.
-Mann, Thomas. La muerte en Venecia. Barcelona: Seix Barral. 1983.  Impreso.

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