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La libertad late en el margen: la Historia de la monja alférez en el aula de Literatura

Autora: Alejandra Recanzone




        La libertad es un tema que me apasiona desde que puedo recordar. He encontrado en este texto la posibilidad de pensar y escribir sobre esta condición de existencia del arte en general y de la literatura en particular y ha sido un verdadero placer.
        Considero, además, muy valiosa esta instancia de intercambio y revisión del canon con vistas a ampliarlo incluyendo verdaderas joyas en letras que surgen en la actualidad o existen desde hace un tiempo y siguen dispersas esperando una oportunidad para maravillarnos. Espero sinceramente que este sea un aporte para aquellos colegas que aún no conocen o no han elegido incluir en sus clases el texto que voy a abordar, y les suceda lo que a mí ante este verdadero descubrimiento a nivel personal y profesional.
      La historia de la monja alférez es un escrito del fecundo s. XVII español que puede considerarse dentro de las Crónicas de la Conquista, incluidas en nuestro país en el Programa Oficial de Literatura de Primer año de Bachillerato.
Resumen:
       Me propongo presentar esta obra en una de sus posibilidades de análisis, a través de una selección de episodios que respondieron, en clase, a un eje temático referido a la alteridad. El eje fue compartido con otros dos textos, me centraré en los vínculos con uno de ellos: Lazarillo de Tormes. Se analizó también desde otras perspectivas (que abordaré brevemente) debido al interés que iban suscitando en los estudiantes distintos temas asociados, como fue el caso del género y equidad.
El personaje y el texto

        La monja alférez, Catalina de Erauso (1592/1650)(García Sánchez, 2015: 63) personaje histórico, es la protagonista del relato atribuido a su propia autoría, realizado en las primeras décadas del s. XVII (De Erauso, 1986: 1) Esta es una de las narraciones más peculiares producida en la época de la conquista de América en el denominado Siglo de Oro de la literatura española. Se trata de un texto que contiene información detallada sobre el origen y algunas vivencias del narrador-personaje (la mayor parte del relato en género masculino, así elige presentarse públicamente y autodenominarse), sus viajes y los lugares que recorrió, lo que contribuye a darle un carácter autobiográfico; así como un sinnúmero de aventuras que lindan en muchas ocasiones con la fantasía y que se van sucediendo sin demasiada atención a otros hechos que debieron haber ocurrido entre una y otra, por lo que el género al que pertenece el escrito es de difícil delimitación.
        Lo cierto es que desde el inicio el texto se dispara continuamente en múltiples direcciones, recordando mucho más a una novela picaresca, por el estilo autobiográfico, por las características de su protagonista y por las aventuras narradas; que a una crónica relatada por un conquistador, si bien cuenta, también, los detalles de una batalla contra los araucanos, en el territorio del actual Chile, en que el protagonista (la novicia que ha asumido una identidad masculina para ocultarse como tal frente a los demás) es nombrado alférez del Ejército Real de España.
A partir de lo dicho se despliega el crisol de preguntas que servirá después como guía para el análisis en clase: ¿Qué tipo de texto es? ¿Es literatura? ¿Podemos hablar de personajes? ¿Se pueden aplicar las categorías de un género literario a un texto que no fue producido con esa intención? Son interrogantes que pueden surgir desde el abordaje formal, en cuanto al contenido: ¿Se trata de una persona transgénero avant la lettre? Su cambio de identidad de género y el uso de diferentes nombres como hombre, según lo demuestra este y otros documentos de la época  ¿Puede interpretarse como un juego de máscaras barroco? ¿O se debe a su calidad de pícaro, que lo lleva a huir de las autoridades cada cierto período de tiempo? ¿Puede haber decidido abandonar el rol social femenino para salir del convento al mundo, decisión imposible para una mujer de su época? Quizá algunos de estos motivos sean complementarios y no opuestos.
        Con más ánimo de plantear interrogantes que posibilidades reales de dar respuestas definitivas comencé este mismo año a analizar el texto en clase, con dos grupos de primer año de bachillerato en el Liceo de La Floresta. El eje temático “La libertad en otros puntos de vista. Desestructurando la mirada”, junto a la novela picaresca Lazarillo de Tormes y la obra dramática Pagar el pato. Tango para dos, del escritor uruguayo Dino Armas, se caracteriza por intentar subvertir la mirada convencional, olvidarnos por un momento del sentido común e intentar escuchar las voces divergentes, que gritan desde los márgenes de la sociedad sin llegar a ser completamente escuchadas. Intentamos visualizar al Otro, cuyo modo de pensar, decir y sentir, aunque sea mediado por un escritor, nos es ajeno, lo que vuelve la tarea más interesante.
        Una vez presentado el contexto, las preguntas guía y las dos obras con las cuales la crónica va a dialogar, cabe comenzar a desarrollar estrategias de análisis que permitan las conexiones.
       La obra dramática Pagar el pato. Tango para dos será analizada a continuación del texto que nos ocupa, la conexión se dará a nivel temático, a través de los personajes y su contexto. Lazarillo de Tormes es el  texto inmediatamente anterior, al comenzar la lectura de esta crónica acabamos de cerrar el análisis de Lazarillo, por lo cual está aún muy presente en la memoria de los estudiantes. Por este motivo y por las características de la Historia de la monja alférez decido comenzar estableciendo los paralelismos tanto formales como temáticos entre ambos textos. Es decir que ante la pregunta por el género literario de la obra a estudiar mi respuesta provisoria es: se trata de una crónica pasible de ser analizada como si fuera una novela picaresca, del mismo modo que lo hacemos con los mitos griegos, o la Biblia, como textos literarios, sin cuestionarnos demasiado acerca de la intención que motivó su escritura, ya que éstos forman parte del canon.

Los dos nacimientos

        Una característica que comparte la Historia de la monja alférez con La vida de Lazarillo de Tormes es el relato del nacimiento y los primeros años del protagonista en el inicio, es similar el modo en que es narrado, el léxico utilizado, e incluso (obviamente se trata tan solo una casualidad) la madre de Catalina tiene el mismo apellido que la de Lázaro : “Nací yo, doña Catalina de Erauso, en la villa de San Sebastián, de Guipúzcoa, en el año de 1585 hija del capitán don Miguel de Erauso y de doña María Pérez de Galarraga y Arce, naturales y vecinos de aquella villa. Criáronme mis padres en su casa, con otros mis hermanos, hasta tener cuatro años. En 1589 me entraron en el convento (…) con mi tía doña Úrsula de Unzá y Sarasti, prima hermana de mi madre y priora de aquel convento, en donde me crié hasta tener quince años...” (De Erauso, 1986: 7) El padre de Catalina, en cambio, es un respetable capitán, y su madre está emparentada con la priora del convento donde está destinada, desde los cuatro años, a pasar el resto de sus días debido a su condición de mujer. Esto no resulta tan extraño en su contexto, ya que la sociedad de la época tenía reservados para el género femenino muy pocos roles que desempeñar, y en todos los casos su ámbito de acción era el de la vida privada, hacia el interior de su casa, de la casa de alguien más en caso de tratarse de una persona de bajos recursos que se dedicara a actividades de servidumbre o en la reclusión de un convento.[i]
        La marginalidad de Catalina, su carencia de una voz audible y respetable, no se debe, entonces, a la clase social a la que pertenece, sino a su condición de mujer en la época histórica y en el seno de la familia en la que nació.
      Pero al igual que en La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, este primer nacimiento no es el más importante. Esto se evidencia incluso en la parquedad con que el hecho es relatado en ambos textos, recordemos el clásico: “Tomóla el parto y parióme allí” (Anónimo, 1954: 69) de Lázaro, en contraste con los detalles con los que trasmite el episodio del toro de piedra y su importante conclusión, que nos permite considerar que este es su segundo nacimiento o el nacimiento simbólico, cuando despertando de su inocencia comienza a surgir el pícaro: “Y fue así: que después de Dios, éste me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir.” (Anónimo, 1954: 74/75)
        En la Historia de la monja alférez el primer párrafo, ya citado, se ocupa del nacimiento y sus primeros años, y el siguiente, de extensión mucho mayor y riquísimo en detalles y simbolismo, narra el nacimiento metafórico del muchacho que, en principio ocultando a Catalina y valiéndose de engaños para sobrevivir, va a protagonizar el resto de la historia: “Estando en el año de noviciado, ya cerca del fin, me ocurrió una reyerta con una monja profesa llamada doña Catalina de Aliri, (...) Era ella robusta y yo muchacha; me maltrató de mano y yo lo sentí (...)Estando ya las monjas en el coro (...) llegué a mi tía y le pedí licencia, porque estaba mala. Mi tía, tocándome con la mano en la cabeza, me dijo: «Anda, acuéstate». Salí del coro, tomé una luz y fuime a la celda de mi tía; tomé allí unas tijeras, hilo y una aguja; tomé unos reales de a ocho que allí estaban, y tomé las llaves del convento y me salí.” (De Erauso, 1986: 7) El momento en que Catalina decide escapar es justo antes de ser ordenada monja, a los quince años, y lo hace valiéndose de mentiras, es la primera actitud picaresca de la protagonista, ya que lo hace para poder sobrevivir, no por falta de pan, como Lazarillo, sino de libertad de acción y decisión sobre su propia vida.
        Lo que sigue es el proceso de transformación, que da la impresión desde el inicio de responder a una meditación de tiempo atrás, y no a un impulso del momento debido al maltrato narrado al inicio del episodio, ya que cuando decide escapar lleva tijeras, aguja e hilo, evidentemente dispuesta a hacer lo que haga falta y no dar marcha atrás: “Fui abriendo puertas y emparejándolas, y en la última dejé mi escapulario y me salí a la calle, que nunca había visto, sin saber por dónde echar ni adónde ir. Tiré no sé por dónde, y fui a dar en un castañar que está fuera y cerca de la espalda del convento. Allí acogime y estuve tres días trazando, acomodando y cortando de vestir (...) Corteme el pelo, que tiré y a la tercera noche, deseando alejarme partí no sé por dónde, calando caminos y pasando lugares...” (De Erauso, 1986: 7)  A partir de este momento comienzan los episodios en los que el protagonista (el género masculino recién asumido se extenderá a casi toda la obra), a un ritmo vertiginoso, va cambiando de lugares y de amos, viajará a América, donde también servirá a varios amos a quienes engañará respecto a su identidad biológica, combatirá contra los araucanos y será nombrado alférez por su valentía. En América se va a producir el encuentro con uno de sus hermanos, con quien llegará a compartir una mesa sin que éste  reconozca a Catalina en el alférez que tiene delante, y a quien, en medio de uno de tantos episodios picarescos de violencia que protagonizará, acabará matando.

La marginalidad

        El protagonista se encuentra, desde su partida del convento, en condiciones muy similares a las de Lazarillo después de despedirse de su madre, por lo tanto una vez superada la situación de marginalidad que se desprendía de su rol social de novicia cae en la del siervo que ha de valerse por sí mismo, la cual parece resultarle no solo más llevadera, sino incluso deseable ante la perspectiva de volver al convento ¿En qué radica el atractivo de este tipo de vida? Podemos suponer que el motivo es la libertad alcanzada, ya que unos meses después de haber huido, ya empleado como siervo en una casa y ante la cercanía de su padre tratando de restituir a la joven novicia al convento, recuerda: “Yo, que oí la conversación y sentimiento de mi padre, salime atrás y fuime a mi aposento. Cogí mi ropa y salí, (...) y fuime a un mesón, donde dormí aquella noche y donde entendí a un arriero que partía por la mañana a Bilbao. Ajusteme con él, y partimos a otro día, sin saberme yo qué hacer ni adónde ir, sino dejarme llevar del viento como una pluma.” (De Erauso, 1986: 8) Esta determinación y sus consecuencias serán el hilo conductor y la libertad tan preciada para este personaje es uno de los temas importantes en el texto.
        Las aventuras del pícaro continuarán en América, hacia donde el protagonista se embarca como grumete en un navío que viene en busca de plata, del cual un tío suyo, hermano de su madre, es capitán. Lo inclinará a su favor inventándose un parentesco conocido por éste, y, finalmente, no dudará en engañarlo y robarle dinero para permanecer en América: “Estando ya embarcada la plata y aprestado todo para partir de vuelta a España, yo le hice un tiro cuantioso a mi tío, cogiéndole quinientos pesos. A las diez de la noche, cuando él estaba durmiendo, salí y dije a los guardas que me enviaba a tierra el capitán a un negocio. Como me conocían, dejáronme llanamente pasar, y salté a tierra; pero nunca más me vieron.” (De Erauso, 1986: 9)
        A partir de ese momento comienza el camino del protagonista, por un lado intentando proteger su secreto para mantener su modo de vida, y por otro, siempre en busca de nuevas aventuras, que lo llevan incluso a exponerse a peligros que podrían costarle la vida, en pos tanto de la continua reafirmación del rol social masculino, como de experimentar aquellas emociones que la vida del convento le tenía vedadas. Así es como en una de estas verdaderas aventuras, tras la llegada de los araucanos al lugar donde se alojaba siendo parte de una tropa, es nombrado alférez por su desempeño frente a éstos: “Salimos a ellos, y batallamos tres o cuatro veces, maltratándolos siempre y destrozándolos; pero (...) se llevaron la bandera. Viéndola llevar, partimos tras ella yo y dos soldados de a caballo (...) En breve cayó muerto uno de los tres. Proseguimos los dos y llegamos hasta la bandera; pero cayó de un bote de lanza mi compañero. Yo, con un mal golpe en una pierna, maté al cacique que la llevaba, se la quité y apreté con mi caballo, atropellando, matando e hiriendo a infinidad; pero malherido y pasado de tres flechas y de una lanza en el hombro izquierdo, que sentía mucho; en fin, llegué a mucha gente y caí luego del caballo.” (De Erauso, 1986: 14) Esta batalla no es, según esta crónica, un hecho aislado, ya que el protagonista participó de la conquista contra los araucanos durante los cinco años siguientes, siempre en el campo de batalla. Pero la reconocida bravura de estos nativos, así como los problemas internos entre los propios conquistadores derivaron en que al alférez no le quedara más opción que alejarse a pie de esos campos de batalla y cruzar la frontera hacia Tucumán, viaje plagado de penurias, la muerte de dos compañeros y el hambre, igual o incluso peor que en las aventuras de Lazarillo por las calles inhóspitas de España.

La masculinidad

        Tras sobrevivir a este cruce casi milagrosamente, se produce un episodio bastante particular, en el cual, si aún podía quedar en los lectores alguna duda, se acaba de definir la postura del protagonista frente a su identidad de género como hombre, ya que tras ser salvado de la muerte y rescatado del entonces denominado “desierto” por una viuda estanciera, ésta lo pretende como esposo para su hija: “A pocos días más me dio a entender que tendría a bien que me casase con su hija, que allí consigo tenía; la cual era muy negra y fea como un diablo, muy contraria a mi gusto, que fue siempre de buenas caras. (...) Pasados dos meses, nos vinimos al Tucumán, para allí efectuar el casamiento. Y allí estuve otros dos meses, dilatando el efecto con varios pretextos hasta que no pude más, y, tomando una mula, me partí, y no me han visto más.” (De Erauso, 1986: 15) Quizá se trate del primer documento que refiera a un casamiento de este tipo en la historia de la legislación española y de la sociedad latinoamericana. Evidentemente para el propio protagonista su condición de hombre no se trata de un simple disfraz, sino de una práctica sostenida, tanto en el texto que va narrando como en la vida, tal como lo plantea Judith Butler en su clásico El género en disputa: “¿En qué sentidos (…) es el género un acto? Como en otras representaciones rituales sociales el acto del género requiere de una performance repetida. Esta repetición es al mismo tiempo la reactualización y la reexperimentación de un conjunto de significados ya establecidos socialmente; que es la forma mundana y ritualizada de su legitimación…” (Butler, 1990: 273) Sin embargo, es plenamente consciente de que no pueden llevarse a cabo los “efectos” del matrimonio, ya que sus andanzas llegarían a un final abrupto, pero en lugar de reconocerlo, se escuda, en un estilo narrativo digno de una novela picaresca, en la “fealdad” de su flamante esposa para evadirlos y volver a partir. Pero la huida y su secreto no podrán ser sostenidos por mucho tiempo más.

La quita del velo

        Luego de estas aventuras continúa el viaje en dirección a la zona de Perú, y allí pasa, de ciudad en ciudad, haciendo de las suyas y metiéndose en problemas de toda índole. Mantiene en Cusco, por un asunto referido a apuestas, un enfrentamiento casi a muerte con otro español, al que por su fiereza llamaban “el nuevo Cid”, del cual sale muy herido y debe refugiarse en una iglesia para no ser aprehendido por las autoridades.[ii] Este episodio resultó particularmente interesante para analizar en clase, ya que además de comparar las características antiheroicas de este personaje con las de Lazarillo, las contrastamos con las heroicas del Cid, que da nombre a su adversario en esta pelea.
Finalmente, en Guamanga, llega a un punto en que las autoridades dan con él, ha huido muchas veces, ha matado a varios españoles en diferentes tipos de enfrentamiento, en duelos por apuestas y en la actitud pendenciera que por momentos lo caracteriza. Es en este contexto, sujeto a todo tipo de presiones, cuando decide que descubrirse como mujer frente al obispo de la iglesia, que ya ha intercedido por su vida con anterioridad, puede jugar en su favor y salvar su vida: “Y viéndolo tan santo varón, pareciéndome estar ya en la presencia de Dios, descúbrome y dígole: ´... La verdad es ésta: que soy mujer, que nací en tal parte, hija de Fulano y Zutana; que me entraron de tal edad en tal convento, con Fulana mi tía; que allí me crié; (...) que estando para profesar, por tal ocasión me salí; (...); me embarqué, aporté, trajiné, maté, herí, maleé, correteé, hasta venir a parar en lo presente, y a los pies de Su Señoría Ilustrísima.' ” Las reacciones del obispo frente a esta confesión son variadas, en principio la perplejidad, luego la duda y finalmente, tras la confirmación que le da la revisión que hacen del cuerpo de quien confiesa unas matronas que: “ me miraron y se satisficieron, y declararon después ante el obispo, con juramento, haberme visto y reconocido cuanto fue menester para certificarse, y haberme hallado virgen intacta, como el día en que nací.”, el Obispo, maravillado, se rinde ante el prodigio: “...se enterneció (…) y me dijo: ´Hija, ahora creo sin duda lo que me dijisteis, y creeré en adelante cuanto me dijereis; os venero como una de las personas notables de este mundo, y os prometo asistiros en cuanto pueda y cuidar de vuestra conveniencia y del servicio de Dios.” (De Erauso, 1986: 27) Y por el breve tiempo que duró su vida, el protagonista de esta historia tuvo en él un protector, pero inmediatamente tras su muerte, un arzobispo decidió actuar como se debía en el momento histórico en que estos hechos se produjeron. Una época en que la sociedad consideraba, por ejemplo que Las hembras por razón de la frialdad y humedad de su sexo no pueden alcanzar ingenio profundo. Sólo vemos que hablan con alguna apariencia de habilidad en materias livianas y fáciles, con términos comunes y muy estudiados. Pero metidas a letras, no pueden aprender más que un poco de latín, y esto por ser obra de la memoria.” (Huerga, 1978: vol. II, 360). Y como ya fue dicho, que el único ámbito social digno de una mujer de bien era el privado, un hogar o un convento debía ser su destino.
        Obviamente semejante historia no pasó desapercibida para la gente del lugar, así que cuando el arzobispo decidió llevarla a algún convento de Lima (asumido nuevamente, por fuerza, el rol femenino) “...no podíamos valernos de tanta gente curiosa que venía a ver a la monja alférez”. (De Erauso, 1986: 29)
      Dos años y cinco meses de reclusión en un convento le llevó conseguir la prueba, enviada desde España, de que nunca había sido ordenada monja, la que incluía el permiso para retirarse del convento y dirigirse nuevamente a su país.

La libertad en el margen

      Sería fácil creer que aquí termina esta historia, sin embargo, una vez develada su identidad, sin secretos, velos ni máscaras, Catalina de Erauso decide ir por más y habiendo recuperado su nombre, se presenta frente al rey, en primera instancia, en busca de una pensión por su servicio como alférez, vestido como tal. De tal reunión obtiene una suma de dinero cercana a la pedida, y de una posterior visita en Roma al Papa Urbano VIII, el permiso para continuar su vida vistiendo y actuando como hombre.
        Como consecuencia de estas diligencias volvió a viajar a América y se supone que esta crónica fue dictada de su voz a alguien que la escribió a bordo de una embarcación transoceánica.
        Hoy en día, tanto en San Sebastián, su lugar de nacimiento en España, como en Orizaba, México, se erigen monumentos en su memoria.

        La conclusión de esta historia, fue abordada en clase tanto desde la perspectiva de género y equidad como en análisis comparado con Lazarillo de Tormes. Con éste, fundamentalmente pensando en su determinación final, siguiendo el consejo y ejemplo de su madre de “arrimarse a los buenos por ser uno dellos” (Anónimo, 1954: 69), ya que de estas reuniones en la corte y la casa papal, la monja alférez aun soportando ser tratada y observada como una especie de fenómeno, acabó obteniendo, al igual que Lázaro de su matrimonio tan comentado, los beneficios a los cuales aspiraba.
        El haberse sometido a determinados rituales considerados importantes para la sociedad de su época, en beneficio propio y sin las legítimas intenciones que se esperarían de un matrimonio o una promesa al Papa de continuar una vida recta sin pecados, los convierte a ambos en algo más que pícaros y antihéroes, paradójicamente los eleva, en mi opinión, por encima de los determinismos sociales o biológicos, de márgenes o incluso gracias a la protección de la hipocresía hallada en éstos, a la categoría de seres humanos, es decir, dignos de la libertad, en fin, pese y gracias a todo lo vivido, libres.
        Queda generado el contexto para conocer, junto a los estudiantes, a Roma y Omar, personajes marginales de la obra dramática Pagar el pato. Tango para dos, que presentados desde sus nombres como verdaderos anagramas del Amor, vivirán sus aventuras picarescas y antiheroicas en las calles y ómnibus montevideanos de la contemporaneidad. Analizaremos la evolución de Roma, que como Lazarillo y la monja alférez, deberá tomar decisiones que no reditúan a nivel social, sino personal e íntimo; ya que la libertad, también para Roma, será cuestión de supervivencia y, también para ella, late en el margen de la vida social, pero ante todo, y no es una variante menor frente a sus antecesores, del amor.



Bibliografía


Anónimo y Rama, Ángel (1954). El Lazarillo de Tormes con un estudio de Ángel Rama. Montevideo. E.L.I.S.A

Butler, Judith (2007) El género en disputa el feminismo y la subversión de la identidad. Buenos Aires. Paidós. Disponible en:

De Erauso, Catalina (1986). Historia de la monja alférez. Echevarri. Amigos del Libro Vasco.

García Sánchez, Soraya (2015). “De monja a conquistador, de mujer a hombre: los viajes de Catalina de Erauso” Atenea Concepción N° 511. Gran Canaria. Departamento de Filología Moderna. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Disponible en:

Huerga, Álvaro (1978) Historia de los Alumbrados.Vol. II. Madrid. F.U.E

Pérez Villanueva, Sonia (2002) “Historia de la monja alférez ¿Escrita por ella misma?”  Centro Virtual Cervantes. Disponible en:

[i] Si bien el artículo La mujer tras el velo: Construcción de la vida cotidiana de las mujeres en el Reino de Chile y en el resto de América Latina durante la Colonia. de  Carolina Navarrete González se refiere, como lo indica su título, a las mujeres que vivían en esta época histórica en América Latina, dado que las costumbres referidas provienen en su amplia mayoría de la cultura conquistadora, puede aplicarse a la concepción española de los roles sociales femeninos.

[ii] Por la extensión de la ponencia así como la necesidad de mantener el foco en los temas específicos de la misma, decidí no extenderme en el comentario del análisis realizado en el aula referente a este episodio.

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