Ir al contenido principal

“Multiplicidades de Pedros Juanes”

Autor: Ignacio Carbia.



En el mundo de la Literatura, las etiquetas suelen ser algo terrible. Inmovilizan a autores, obras, movimientos, corrientes y los reducen a vulgares estereotipos. Ocasionalmente, a meros clichés. Desde que Pedro Juan Gutiérrez (Cuba, 1950) fue descubierto por el aparato crítico, se lo ha situado dentro del “Realismo Sucio”. Su Trilogía Sucia parece ya, desde el título, coincidir con esta clasificación. Pero,  ¿qué decir de los contenidos textuales, de la tesis de fondo, si es que la hay? ¿Qué señalar de su postura política ante eso que borrosamente llamamos realidad? Este escritor de formación periodística, cae muchas veces en otro lugar común: el de ser considerado el Bukowski caribeño. Cruel destino para un artista que legítimamente ha buscado su propio lugar.
            La intención de esta breve ponencia será la de acercarnos -desde diferentes dimensiones- a las características más sobresalientes del autor desde la creación y evolución (?) de un personaje problemático y transgresor, Pedro Juan. Problemático desde la propia delimitación entre realidad y fantasía, en sus vivencias escatológicas, en el duro contexto de la Cuba de los años noventa. Hay un proceso de desacralización de la literatura y de la realidad que ha generado diversos choques, concibiendo al creador como una especie de “maldito” romántico en clave contemporánea. Su visión desmoralizada -y desmoralizante-, la concepción del macho y su sexualidad, de la realidad cubana, y de un mundo casi picaresco está fundida en esta construcción  semi autobiográfica.
            ¿Es esta catarsis el elemento transgresor en autor y personaje? ¿Qué hay de especial en esta suerte de triste comedia humana, que nos refleja y polemiza? Ni mucho, ni poco. Al fin y al cabo, como señala el mismo autor, “tampoco hay que tratar de explicar todo. La vida es como es”. Y, quizá también, la literatura.
ACERCA DE LO CANÓNICO: CONFLICTO Y ANGUSTIA.
            Harold Bloom  propone el concepto de canon como un conjunto de obras artísticas que definen nuestra cultura. Los pilares de la misma se asientan en algunos escritos que se han vuelto autoridades indiscutibles, y, aparentemente, indestructibles. En una de sus obras más difundidas, El canon occidental (Bloom: 1995), plantea la posibilidad de un derrumbe del canon. El origen de esta caída puede ser un cambio en el paradigma literario. Lo que él llama “la Escuela del Resentimiento” (feminismos, marxismos, psicoanálisis, etc.) posibilita lecturas que van más allá (o más acá) del Arte por el Arte.
Plantea el autor:   
 … preguntar qué convierte al autor y las obras en los canónicos (…) la respuesta, en casi todos los casos, ha resultado ser la extrañeza, una forma de originalidad que o bien no puede ser asimilada o bien nos asimila de tal modo que dejamos de ver como extraña. (Bloom: 1995, 13)
            “Extraño” es como uno se sentiría luego de leer una obra canonizada. Parece que ésta tiene un efecto mágico, el hechizo de lo inexplicable vuelve sobre el lector. El problema parece no tener solución: la magia de la obra radica en que... es mágica. ¿Será esa forma de extrañeza el carácter rebelde que el arte asume? El protagonista de “El nido  la serpiente” recuerda su adolescencia: “Me escapaba a la biblioteca. Pero tenía un melánge de lecturas cruzadas que al parecer no ayudaban a mi salud mental (...) un escape ideal de toda aquella jodienda”. (Gutiérrez: 2006, 78)
            Debemos agregar que una obra “nueva” puede, en algún momento, convertirse en parte del canon. Pero debe pagar un precio: el de la originalidad, y, además, cumplir con una particular belleza intrínseca: “nada resulta tan esencial al canon occidental como sus principios de selectividad, que son elitistas solo en la medida en que se fundan en criterios puramente artísticos”. (Bloom: 1995, 32). Aquí Bloom muestra una veta romántica. ¿Criterios “puramente artísticos”? ¿Originalidad? Esto generará un compromiso con el modelo preexistente, en la medida en que un autor influye en otro. En Literatura, como en muchas cosas, nada nace de la nada, sino que las experiencias estéticas previas son un valioso baluarte del que se toma impulso. Señala Bloom: “No puede haber escritura vigorosa y canónica sin el proceso de influencia literaria, un proceso fastidioso de sufrir y difícil de comprender” (Bloom: 1995, 17). Ello genera angustia. De la lucha de lo nuevo contra lo antiguo, de lo original con la copia, del pionero con el continuador, etc;  que está asociado a un interés particular por el objeto creado: la búsqueda de lo sublime, de lo trascendente. Este concepto resulta interesante en función al autor que trabajaré. Como veremos, él manejará esta angustia en el sentido que maneja Bloom a partir de Emerson: “el inventor sabe cómo pedir prestado”. (Bloom: 1995, 21). Volvamos al hijo del heladero:
  Para distraerme se me ocurrió leer las primeras páginas de La metamorfosis de Kafka. Cerré el libro y me daba miedo hasta tenerlo cerca por la noche. ¡Qué horror! Me podía convertir en un cucarachón. (Gutiérrez: 2006, 79).
            ¿Cuál es la necesidad de la existencia de un canon? Bloom, responde por dos vías, una llamémosle cuantitativa: la elección. No se puede, a esta altura de la cultura occidental, pretender leer todo lo publicado, así que hay que elegir. Y la elección estará dada por un criterio de dudosa comprobabilidad: “lo mejor”. Quiénes y cuándo eligen estos textos son materia de otra cuestión, más vinculada con elementos de carácter político, como puntualizará Gutiérrez. La otra vía: “lo único que el canon occidental puede provocar es que utilicemos adecuadamente nuestra soledad, esa soledad que en su forma última, no es sino confrontación con nuestra propia mortalidad”. (Bloom: 1995, 40). Según el autor, nada tiene que ver éste con compromisos de carácter social.
            Con respecto al “qué leer”, a la elección, hay un criterio que me parece muy interesante: una obra sería canónica cuando es “digna de releer”. (Bloom: 1995). Cuánto ahorro de palabrería académica, cuánta verdad encerrada en un concepto tan simple, pero tan sólido. Aunque solipsista por naturaleza, daría problemas a más de un autor consagrado por el academicismo.
“¿No serán las “malas” palabras hijas del miedo, del espanto, del trauma?”
Las malas palabras, Ariel Arango.

            Llega un momento en el que el lector debe interrogarse acerca de cuáles son los motivos por los que un autor es desalojado del olímpico terreno del canon. Teniendo en cuenta el carácter polifacético del fenómeno literario, las respuestas deben ser muchas y disímiles. Grosso modo, y en plan didáctico, pienso en aquel continuum (superado para muchos, ya) entre forma y contenido. ¿Es la manera de narrar lo que hace que un escritor como Pedro Juan Gutiérrez sea apartado del Canon? ¿Es el contenido, la trama de sus narraciones, algo tan alejado del los modelos preceptivos pautados por los clásicos?
            Veamos. Ha habido una necesidad, por parte del público editorial, de colocar a Gutiérrez en un patrón taxonómico. La del realismo sucio funciona como etiqueta que tranquiliza al lector ideal (Fernández Pimienta: 2015). El término “Bukowski caribeño” obliga al ingenuo lector a pseudocanonizar a un escritor que todavía no ha leído, pero que ya pre-construye. Interesante artificio editorial, que cumple con un objetivo para nada inocente, el de apadrinar a los noveles autores, a los no-canónicos de la mano de popes literarios. Nos acercaremos a lo desconocido a través de lo conocido. La función del crítico, editor, y hasta cierto público, colocar en la mano de los nuevos escritores un Virgilio que les otorgue la justeza del buen escribir. ¿Es más, o mejor escritor Gutiérrez una vez que se le otorga el carácter bukowskiano? Al parecer, sí. Al menos, quedará asociado a ese modelo propuesto por Bloom, el de la relación paternal, tranquilizando al un lector que parece necesitado de parámetros de lectura.
            Como sea, esta relación autor-autor apriorística no deja de parecer adecuada, aunque Gutiérrez diga lo contrario (Gutiérrez: 2016), ya que señala en varias ocasiones no haber leído a Bukowski. Veamos un ejemplo entre muchos. En su novela “El Rey de la Habana”, describe a una parejita que acaba de conocerse:
A ninguno le molestaba la suciedad del otro. Ella tenía un chocho un poco agrio y el culo apestoso a mierda. Él tenía una nata blanca y fétida entre la cabeza del rabo y el pellejo que la rodeaba. Ambos olían a grajo en las axilas, a ratas muertas en los pies. Todo eso los excitaba. (Gutiérrez: 2017, 55).
            Ya en la Literatura Clásica (y aquí volvemos al tema del Canon) hay ejemplos de este tipo de estilo literario: Apuleyo, Quevedo, Sade, y un largo etcétera de escritores canonizados, pertenecientes a la Literatura escrita así, con mayúscula. Pero hay una matiz en esto: las obras “mayores”  de estos autores, son las que menos uso del lenguaje explícito hacen. ¿Es, acaso, la Nomenclatura y apología del carajo, la obra más recordada de Acuña de Figueroa? Por cierto que no. En la misma línea, a veces nos vemos sorprendidos ante textos de grosero cuño que provienen de escritores canonizados como “cultos”, o superiores.
            Y es que el lenguaje soez parece tener cierta magia, cierto magnetismo. Allí radica la ambigua emoción que nos embarga ante textos de semejante naturaleza, el tabú de lo que no se debe decir, porque es a su vez “sagrado o consagrado, inquietante, peligroso, prohibido o impuro”. (Arango: 1999, 9). Y no debería haber nada más apartado de lo prohibido que el canon, puesto que la misma naturaleza y origen de él es ser sagrado y hasta obligatorio.
            En su interesante estudio sobre el tema, “Las malas palabras”, Ariel Arango (Arango: 1999), señala el carácter placentero y casi hipnótico de este uso de la lengua, y justamente, hace una referencia, aunque no directa, al canon literario: “no tenemos el hábito de su lectura en escritos serios y experimentamos una sensación de turbadora sorpresa, de malestar indefinido, de rechazo, tal vez de vergüenza y acaso… ¿también de placer?(Arango: 1999, 11). [El subrayado es mío]. Esa doble naturaleza a la que apunta el autor argentino es la dificultaría a autores como Gutiérrez en  su entrada al Canon. Veamos qué tiene para aportar al respecto:
…el que se lea Animal tropical, sobre todo, va a encontrar escenas sexuales demasiado explícitas, casi que pornográficas, siempre contextualizadas para que los profesores académicos acepten esos libros también o no gratuitamente, no es pornografía gratuita. Pero, en realidad, yo escribo eso por una venganza, siempre me molestó mucho, he leído miles de libros, por supuesto, y siempre me molestó mucho que a todos los escritores les apena, tienen miedo al sexo, a describir el sexo, y es una expresión de nuestra sociedad cristiana, occidental, judeo-cristiana: el sexo es pecado, la lujuria es pecado. Entonces dicen: Bueno, fueron a la cama y se desnudaron y se acostaron, punto y aparte. Al día siguiente, por la mañana…. Entonces la parte sabrosa nadie la escribe, nadie, y yo, como una venganza, me he dado cuenta ahora, al cabo de muchos años, como una venganza yo escribo lo que estos escritores... no sé... les molesta escribir, o no se atreven a escribir. (Gutiérrez: 2008)
            Freud señala en El chiste y su relación con el inconsciente que: “… concedemos a la cultura y a la buena educación gran influencia sobre el desarrollo de la represión y admitimos que tales factores llevan a cabo una transformación de la organización psíquica… (Freud: 1991, 73) Además de en un sentido inverso, diría yo. Vale decir: nuestra organización psíquica construirá discursos de legítima trascendencia, como lo es el canon: el objetivo de la venganza de Gutiérrez. Así, el placer estético, la conmoción provocada por un estilo particular es, a la vez, el motivo de censura que pesa sobre él. Como las dos caras de Jano, debe ser el bueno y el malo de la película frente a la censura del lector. Ya en la etimología del término “obsceno” hay un vínculo explícito con la exclusión: es aquello que está fuera de la escena, lo que no debe ser visto y quizá, ni siquiera sugerido. Y es que el canon es un contexto sagrado, donde no hay lugar para la obscenidad, ni para la animalidad. Ya lo habría señalado de manera indirecta Bloom, planteándolo como una experiencia estética trascendente. (Bloom: 1995)¿Lo son los términos obscenos, en nuestra concepción cultural?
            El “problema” con estas palabras es que tienen un gran poder de representación psíquica. Disponen de “un gran poder alucinatorio” (Arango: 1999, 14), en el sentido de que al escucharlas, el receptor no tiene más remedio que imaginarse algo que, quizá no quería tener presente, o que no puede tolerar. De ahí el choque con la conciencia moral de la que hará uso –o no- el escritor de marras. El quid de la cuestión es, entonces, ¿cuál es la medida que debe hacer uso un escritor en sus trabajos? ¿Debe moderar, acaso, sus obras? Veamos qué dice al respecto Gutiérrez:
 hoy en día a algunos de mis lectores que se asombran, se asquean, se repugnan, se sienten ofendidos, detestan mis libros y los consideran obscenos, morbosos y desagradables en grado máximo. Es la realidad que yo exploro la que es intensamente obscena, morbosa y desagradable. Cuando me odian los comprendo perfectamente. (Gutiérrez: 2011)
Las “malas palabras” que utiliza generalmente Gutiérrez tienen una función estética, pero a su vez, también algo oculto. Quizá algo que no está en la mano, llamémosle “consciente” del autor: la posibilidad de que éstas, en la visión psicoanalítica de Arango:
…constituyen un auténtico disparador de recónditos recuerdos y antiguas pasiones. Despiertan el deseo dormido, pero también la prohibición. Y reviven así, el magno conflicto incestuoso, provocando el trauma y la alucinación. Por ello no deben escribirse ni pronunciarse jamás. (Arango: 1999, 39).
            Así, lo obsceno se vuelve liberador. Nos encontramos con una narración suelta, sin tapujos de ningún tipo, que es lo que, en el fondo, infantilmente, buscamos. Volvamos al texto agresivo, pero no inocente de Gutiérrez: “Hacía días que me tiraba unos pedos muy apestosos. Solo comía frijoles negros. Y se convertían rápidamente en pedos hediondos. A toda hora. Yo mismo me asqueaba de aquel olor a mierda podrida”. (Gutiérrez: 1998, 162).
            Claro, siempre hay un precio que pagar. La sutileza de lo canónico, el “placer” de lo sugerido se pierde en desmedro de otro terreno, no siempre hollado por culpa de los censores de turno. ¡Quién sabe qué cosas habrán imaginado los lectores de Madame Bovary dentro de aquel carruaje, junto a León! Y aquí debemos hacer una observación. El hecho de que la represión (léase este término de manera psicoanalítica o en forma más genérica) actúe sobre la obra literaria, no es óbice para que los autores hagan uso y abuso de temáticas irritantes, aunque de maneras más o menos laxas. En este sentido, por ejemplo, en el canon de la Literatura Cubana, el manejo de la sexualidad se vislumbra de manera absolutamente diferente en un Lezama Lima que en un Gutiérrez. Veamos un fragmento tomado de la novela Paradiso: “No podía siquier lograr lo que los contemporáneos de Petronio habían puesto de moda, la cópula inter femora, el encuentro donde los muslos de las dos piernas provocan el chorro”. (Lezama Lima: 1976, 277). Sin bien ésta es una novela que justamente ha sido problemática en función de lo que estamos trabajando, las diferencias estilísticas con Gutiérrez saltan a la vista: nuestro autor se siente hasta cierto punto identificado con el arte de aquel, aunque con sus limitantes. Podríamos pensar en un Gutiérrez que va más allá, que se atreve –hasta de manera parricida, al enfrentar a un padre canónico- a tocar un terreno que estaba vedado para sus predecesores literarios. Quizá ese terreno que provoca la angustia a la que hacía referencia Bloom (Bloom: 1995) a la hora de entrar en el terreno de lo canónico. Y ahí encontramos un mundo de representación diferente al aséptico y frío, un mundo más “real”, que forma parte de su estrategia narrativa. La manera de enfrentar lo crudo, la sordidez es un contrato que debemos firmar desde la primera página con él, aunque, comparto con Fernández Pimienta la idea de que el lector se va acostumbrando, endureciendo frente a tal bombardeo de información de carácter íntimo. (Fernández Pimienta: 2015)
            En una entrevista concedida a la TNU (Gutiérrez: 2017) Gutiérrez trabaja sobre algunos elementos vitales de su obra. La relación de ésta con la sociedad es conflictiva, porque señala que el mundo de las letras es el de la clase media, y hablar de la marginación es difícil, y más en estos términos. De ahí su búsqueda apasionada por el realismo en el que el uso de lo obsceno, de lo sórdido es un reflejo de este interés por mostrarnos las aristas de una cruel verdad reflejada en la ficción. Su vínculo con el canon es conflictivo por eso mismo, y expresa que los profesores universitarios lo discriminan, a la vez que los editores le temen y publican solo una parte de su obra.
            Y es que según él, no hay un interés en que su obra “parezca” literatura (Gutiérrez: 2008). La formación en periodismo lo ayuda a ser una especie de bestia negra entre aquellos que pujan (?) por entrar en el canon. ¡Ambiguo mensaje! Hay una ya trasnochada concepción romántica del malditismo aquí, que tiene mucho que ver con su protagónico rebelde que se ha convertido en leit motiv: Pedro Juan, que en su exploración de la locura, el sufrimiento y la vivencia del outsider, llega a una catarsis que podría ser el resultado de la angustia expuesta por Harold Bloom (Bloom: 1995). Y esto conlleva un concepto estético que no tiene fácil entrada en el mundo de los canonizados. En  una entrevista realizada en México plantea que, en Cuba los escritores “literarios” decían que lo que él hacía no es material literario, por su desvinculación literaria con Lezama Lima y Alejo Carpentier; que no “era un escritor, sino malamente un periodista” (Gutiérrez: 2014). Una concepción particular no solo del periodismo, sino también de la literatura no ya canónica sino literatura a secas.
            ¿Cuáles son las fuentes de la narrativa de Gutiérrez? Básicamente, señala que todo es reflexión sobre lo vivido. La “vida” es el material en bruto que le sirve de base para la creación de sus mundos literarios. Volvemos a lo catártico, a la  búsqueda de una salvación por medio de las letras. La escritura de su Trilogía Sucia se da en un ambiente desolador, en la Cuba de los años 90, post caída de la Unión Soviética. El rey de la Habana es otro texto interesante, donde el protagonista lucha en un ambiente picaresco por sobrevivir. Y, precisamente, lo que vemos aquí es el retorno de un clásico: la novela picaresca vuelve en Rey y sus compañeros de desventuras. Aparece la brutalidad de la sordidez, la complejidad psicológica de un narrador que contrasta con la descripción casi animal de algunos personajes, y en la ecuación autor-lector, hay una constante búsqueda de confundir  la frontera borrosa de la realidad y ficción.
DE PEDROS JUANES Y OTROS
            Como he señalado, es habitual encontrar un alter ego del autor en varias (muchas, casi todas) de sus obras narrativas. Éste, un tal Pedro Juan es una especie de pícaro que vive en la Cuba posterior al derrumbe de la Unión Soviética. Una supervivencia difícil le obliga a ser un buscavidas, aunque tiene tiempo para la diversión (si es que vale llamar así a sus encuentros sexuales) y el “oficio” de narrador, donde hay un desdoblamiento del personaje/autor. Se escribe y se describe. Pedro Juan es explícitamente un tipo dostoievskiano, cargado de desarraigo en todo sentido. No se compromete políticamente, ni literariamente, ni afectivamente. Todo él es, en palabras del autor “una salida, una válvula de escape” (Gutiérrez: 2015). En él hace carne la literatura como conflicto, la angustia descripta por Bloom encuentra su centro de gravedad en él y lo aturde hasta hacernos sentir que somos parte de ese universo sórdido. Los Pedros Juanes son reflejos de sí, “son habitantes que hay dentro de mí”. (Gutiérrez: 2015) De todas maneras, si bien hay un enfoque realista y cruel de una realidad que existió y probablemente exista en Cuba, no pretende ser un autor de Tesis. No vemos una búsqueda de Literatura pedagógica. Solamente hay una visión cínica que parte del pesimismo de Pedro Juan. Volvemos a Bloom. No hay interés de trascender desde el compromiso social, pero sí desde el arte per se. Gutiérrez plantea que él es un escritor minimalista, una especie de Quiroga que quiere sacar todo lo accesorio del texto. Si bien admira a Lezama Lima y Carpentier, no se considera en la misma línea, por supuesto. Asevera que “No es que yo sea un enemigo de la literatura hispanoamericana clásica, pero casi”. (Gutiérrez: 2015) Tremenda confesión para un estudio de lo canónico y anticanónico. Vale decir que, en esta ecuación ficción – realidad, y habiendo visto y leído entrevistas y algunos ensayos de Gutiérrez, le viene absolutamente perfecta la expresión: es todo un personaje.
PEDRO JUAN Y EL CONFLICTO.
            Este tema es explícito en las entrevistas y textos vinculados a la teoría de la Literatura. Quiere aportar algo diferente al discurso dominante. Se considera rebelde, opuesto al sistema y absolutamente agresivo con él. El parricidio en su máxima expresión literaria. ¿El precio a pagar? La crisis. No solo con el resto del universo de la literatura que lo rodea -ya hemos visto que, por ejemplo, su Trilogía Sucia no fue publicada en Cuba- sino consigo mismo. Pretender entrar en las zonas oscuras de la realidad, con una insistencia constante en lo sexual, en lo escatológico, en lo violento. Es un ejercicio que va más allá de la proyección y sublimación freudianas. Hay, además, una cuota de resentimiento, de dolor que escapa y el propio autor no pretender enfrentar: “escribir cuentos y novelas me cansa mucho” (Gutiérrez: 2015).
            En un ensayo titulado Viejas tesis sobre el cuento, Gutiérrez nos acerca una idea de simpática ingenuidad, la de olvidar todo lo aprendido para escribir desde cero. Se coloca en contra de una posible pedagogía de la literatura y plantea que es “anti talleres de escritura” (Gutiérrez: 2000) La angustia provocada por el sentirse escritor, lo ubica en una fantasía sádica: la del escritor activo frente a un lector pasivo que se deja llevar hacia donde él quiere. Esto tiene que ver con lo que él considera verosímil, la articulación entre realidades y ficciones, de manera tal “que no se vean las costuras”. De ahí que el éxito del texto esté en cuán impresionable sea el lector, cuánto crea de lo leído y sobre todo, que no se aburra. Finalicemos con su visión sobre el escritor: “El escritor verdadero […] es aquel que logra mantener la osadía, audacia y valor para retar a los demás a seguirle sin miedo”… “no importa el precio que tenga que pagar”. (Gutiérrez: 2001)




BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
·        AAVV. Entrevista con P. J. Gutiérrez. Disponible en :https://www.youtube.com/watch?v=h-E5MbIqb08. Consultado el 14/7/2018.
·        Agence France-Presse. La revolución cubana y el corte con EEUU. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=s-q3RHK1Qwk. Consultado el 14/7/2018.
·        Arango, Ariel. (1999). Las malas palabras. Virtudes terapéuticas de la obscenidad. Montevideo: Fin de Siglo.
·        Bloom, Harold. (2015). El canon occidental. (Traducción de Damián Alou). Barcelona: Anagrama.
·        Cátedra Alfonso Reyes. Diálogo con P.J. Gutiérrez. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=OhzMr8vLOjw. Consultado el 14/7/2018.
·        Fernández Pimienta, Rafael. Pedro Juan Gutiérrez. Realismo Sucio o Realismo a la Cubana. Disponible en: https://www.laizquierdadiario.com.uy/Pedro-Juan-Gutierrez-Realismo-sucio-o-Realismo-a-la-cubana. Consultado el 14/7/2018.
·        Freud, Sigmund. (1991) Obras Completas. (Traducción de José Luis Etcheverry). Buenos Aires: Amorrortu.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. (1998). Trilogía Sucia de La Habana. Barcelona: Anagrama.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. (2009). El nido de la serpiente: memorias del hijo del heladero. Barcelona: Anagrama.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. (2012). Carne de Perro. La Habana: Ediciones Unión.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. (2016). Animal Tropical. Barcelona: Anagrama.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. (2016). Fabián y el caos. Barcelona: Anagrama.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. (2017). El Rey de La Habana. Barcelona: Anagrama.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. Verdad y Mentira en la Literatura. Disponible en: http://www.pedrojuangutierrez.com/Ensayos_ensayos_PJ_Verdad%20y%20mentira.htm. Consultado el 14/7/2018.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. Vidas y Literatura. Disponible en: http://www.pedrojuangutierrez.com/Ensayos_ensayos_PJ_Vidas%20y%20literatura.htm. Consultado el 14/7/2018.
·        Gutiérrez, Pedro Juan. Viejas Tesis sobre el Cuento. Disponible en: http://www.pedrojuangutierrez.com/Ensayos_ensayos_PJ_Viejas%20tesis.htm. Consultado el 14/7/2018.
·        Lezama Lima, José.(1976). Paradiso. Buenos Aires: Ediciones de La Flor.
Televisión Nacional de Uruguay. Pedro Juan Gutiérrez: Realmente es desgastante ser un macho las 24 horas al día. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=51G5JmCTtB4. Consultado el 14/7/2018.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Poema en prosa: propuesta de análisis de una forma híbrida