Autora: Alfa Segovia
Polémico
El tipo «sin una estantería fija» en la familia y en el
barrio
Amistades
Textos, vídeos y fotos para
propuestas de trabajos descriptivas o narrativas
Otros
recursos electrónicos
Índice de autores
Bibliografía de Jorge Cuque
Sclavo
«En lo de hacer memoria, lo más aterrador es lo que queda afuera. Como
en el boxeo: la derrota, en la memoria, son los golpes que se yerran.»
(Sclavo, 2010: 210)
El
autor elegido tiene muchas características que justifican su presencia en esta
convocatoria: no se atuvo nunca a las reglas; fue un transgresor nato; comunista en la época de la
dictadura, con dos hermanos —los dos mayores— tupamaros, presos muchos años. Su
madre decía, irónicamente, refiriéndose a él: «Este es el único que me quedó
suelto».
Polémico
En su libro
autobiográfico Desde el paraíso, se
retrata a sí mismo como una personalidad «difícil»; su propia familia le dice,
además de Cuque, «el loquito». En ese
libro cuenta las peripecias de su vida, sus afanes, sus luchas; sus múltiples
empleos; sus aspiraciones, amores y desamores. Indudablemente, recupera con
especial sensibilidad a los que quiere, pero en cuanto a sus enemigos, o al
menos a los que no lo favorecieron, los condena con una especial «motosierra»
empleada diestramente y de la que los susodichos no pueden escapar de ninguna
manera.
Cuando
rememora su primer trabajo en La Madrileña, se refiere a sí mismo como «falto
de estantería»:
Desde el quinto
piso, mientras hacía mis preparatorios del liceo nocturno, ascendí al décimo,
donde tuve como jefe a un levantador de pesas del Club Neptuno, cuadrado como
un raviol y poderoso como un gladiador, que me cobijó bajo su ala sin
importarle que yo fuese un intelectual, pese a todos los resentimientos que
abrigaba contra la gente de mi condición.
Le resultaba cómico, cosa que me defendió durante toda mi vida. Y también
ser un tipo sin una estantería en la cual colocarme. Para los escritores era un
humorista; para los humoristas, un tipo del teatro; para los del teatro, un
coso de café concert que laburaba con
Manolo Guardia, quien a su vez no era un músico clásico, sino un humorista, y
para los humoristas, un músico ocurrente. Y así, siga el corso, como si fuese
todo un juego de cajitas chinas o esas muñequitas rusas. (Sclavo, 2010: 82)
De personalidad
multifacética, escribió crónicas humorísticas —su mayor destaque—, pero también
libros que recibieron premios, guiones para radio y televisión, letras de murgas,
candombes, canciones de cuna y avisos publicitarios. Además, fue un excelente promotor cultural,
en una época en la que no existía ninguna carrera u oficio que se denominara así.
En la Montevideo de hoy, donde la
identidad sociocultural necesita aún más desarrollo, entendemos que la difusión
de un autor como Jorge Cuque Sclavo
sería fundamental.
En la década del
ochenta, recién restablecida la democracia y recomenzando mi carrera, después
de muchos y variados tropiezos, encontré algunos incentivos para seguir
adelante. Uno de ellos, quizás de los más señeros, fue un programa de la tarde de radio
Sarandí, La Revista Sarandí, una
miscelánea cultural amena y variada conducida por Lil Betina Chouhy en la que
Sclavo leía textos propios y de otros autores. Allí nació mi adhesión a su
particular estilo: sarcástico, tristón, melancólico e hiperbólico, pero siempre
efectivo. Los textos que él seleccionaba tenían ese sesgo: Crónicas de El Hachero, de Julio César Puppo y prologado por el
propio Sclavo; textos de Pangloss, seudónimo de otro escritor no muy divulgado,
Julio Rossiello; otros de Felisberto
Hernández, amigo y compañero de trabajo en la Imprenta Nacional y tampoco
difundido en esos años.
La Imprenta
Nacional, donde Cuque Sclavo y Felisberto Hernández fueron compañeros de trabajo
y entablaron amistad (foto de mi archivo personal).
Lo primero que
me llegó del autor, decía —después vendrían sus libros—, fue la divulgación
cultural que Sclavo hacía en radio, a través tanto de lecturas como de
comentarios de los textos.
A partir del ya
referido Desde el paraíso, cuaderno
de bitácora, se pueden tender múltiples líneas de trabajo que, entiendo, deben
investigarse y documentarse; debido a la extensión exigida para esta ponencia,
no se podrá abarcarlas todas.
El tipo «sin una estantería fija» en la familia y en el
barrio
El
libro Desde el paraíso comienza con
un relato de Tito —el hermano mayor— sobre la actividad que desarrolló su madre
en Tacuarembó. Esta evocación se presenta a través de un texto, «El perchero», que escribió Aída
Armán de Sclavo —madre de Cuque— en un taller literario y donde plantea una
ubicación espacio‑temporal al comienzo del relato («Fue por el año treinta y
dos que nos fuimos a vivir por Caridad y Millán»).
El perchero de
referencia, que primero fue columpio de los tres hermanos Sclavo en su infancia,
fue hecho por su padre, don Adolfo, a partir de una horqueta de uno de los tres
paraísos que estaban en la vereda frente a su casa en la calle Caridad, y enlaza
la historia familiar con la vida en el barrio en la primera mitad del siglo
pasado:
A pesar de lo
precario de la vivienda, había algo muy hermoso y eran las tres ventanas a la
calle, tres árboles de paraíso y enfrente un «palacio» (así lo llamaban en el
barrio), que no era más que una casa de tres pisos que terminaba en una torre
con mirador. («El perchero», Aída Armán de Sclavo, en Sclavo, 2010: 7)
Con respecto a
la calle Caridad, aporta este dato:
La calle Caridad, hoy
en homenaje a un médico del barrio que destinaba un día a la semana a atender
gratuitamente a los pobres, se llama [hoy] Fiol de Perera [sic]. (Sclavo, 2010: 9)
Caridad 1406 (de
mi archivo personal).
En más de una
oportunidad, en otros textos, vuelve sobre el nombre de la calle:
Desde entonces, el
Hombre nombra y nombra las cosas hasta que un día se aburre y les inventa otra
denominación. Por ejemplo, a algunas con nombres hermosos como Caridad se lo cambiaron por Alejandro Fiol de Pereda, quien en
realidad se llamaba Fiol de Perera. Fue
un médico abnegado que atendió gratuitamente a sus pacientes pobres, y estoy
seguro, hubiese sido más caritativo con la calle Caridad. (Sclavo, 1994: 100)
En cuanto al
origen del título del libro, comenta:
La casa de la
calle Caridad 1406 tenía tres balcones, tres hermanos y tres árboles de paraíso
que nos daban sombra, perfume y otra cosa que ningún árbol me dio jamás:
cobijo. Efectivamente, cuando ya estábamos suficientemente preparados como para
enfrentar este valle de lágrimas, sobre todo yo, que fui y sigo siendo muy
llorón, nos colgaban la cunita de una rama del paraíso, el que estás más hacia
Millán, donde finaliza el repecho de la calle Caridad que comienza en Arroyo
Grande. De esa rama pendía un Sclavo Armán cada cuatro años menos dos meses. (Sclavo, 2010: 12)
Su madre es quien
parece hacerle a cada uno de los hermanos Sclavo un «libreto» donde les señala
su destino en la vida, de acuerdo con sus habilidades personales: para el
mayor, las ciencias; para el del medio, operario; y para Cuque, «el loquito», que según ella «vive en
las nubes», su destino sería «poeta morto di fame». Sin embargo, el
multifacético Cuque no fue exactamente un «poeta morto di fame». Así lo afirma
él:
En cuanto a mí,
supe tener siete vidas como los gatos de este hemisferio, y me gustaría tener
nueve como los del Norte. Pero durante esas siete vidas hice todo lo que quise.
Escribí de todo, desde avisos publicitarios hasta candombes, letras de murga, novelas,
obras de teatro y TV, guiones de cine, e incluso canciones de cuna para mis
nietos recién nacidos. Todo publiqué, menos poesías. (Aunque tengo un ropero
lleno de ellas, tal cual le confesaba a un médico, aquel loco por las tortas
fritas, pero se irán a la tumba conmigo.) (Sclavo,
2010: 15)
También se
refieren a Cuque Sclavo como «el tipo sin una estantería fija» muchos de sus
amigos; por ejemplo, el escritor Luciano Álvarez, quien durante la presentación
del libro 50 años al santo bleque,
realizada en Pocitos Libros en 2009, dice:
Jorge y el Cuque. En 1976
entré a trabajar en Discodromo Sarandí, de Rubén Castillo. Era el sueño del
pibe: jugar con los cracks que
admiraba a través de la radio. El Cuque era el goleador. Yo era fanático del «Quiosco
del Cuque, leyendo las grandes revistas internacionales», particularmente
cuando traducía aquellas críticas de cine del Times o del Nouvel
Observateur. Ni que hablar de los «cuentos de biógrafo».
Cayó al estudio el día que cumplía 40 años. Yo
iba a cumplir 27.
Primero conocí al Cuque y fui reconstruyendo,
entre caña y fainá, en el Chenlo, la biografía de Jorge Sclavo:
Había sido libretista de La Pensión 64, un programa de humor de Jorge Cazet y Antonio Seti
del que yo era fanático desde pibe; además, un primo mío hacía bolitos en el
programa, que para mí era lo más cercano a la fama que había en la familia.
Era el director de Misiadura, que yo leía, y no sólo eso: la había ido a ver al
teatro: Misiadura al poder.
Otro ejemplo del
reconocimiento de sus múltiples facetas es este, del escritor Hugo Burel, en
ocasión de su muerte, el 31 de julio de 2013:
Chau, Cuque. El pasado 31
se murió Jorge Cuque Sclavo, en el
último rollo de la película, acaso para zafar de esa imagen que él había
acuñado alguna vez cuando decía de alguien: «Tiene cara de morir en el primer
rollo». Con esa ocurrencia de cinéfilo describía a aquellos sin suerte o
condenados por el destino. Cuque sabía mucho de cine, en especial del
norteamericano del 40 y 50, y cuando lo conocí, promediando la década del 70,
me dio un curso rápido sobre las películas que tenía que ver y los actores que
debía observar de esa época de Hollywood. Su disertación sobre Humphrey Bogart
la acompañó con un repaso de todos los tics faciales de Bogey y la culminó con el típico gesto de sobarse el lóbulo de la
oreja con el índice y el pulgar. El cursillo lo desarrolló en su casa del
barrio Reducto, con su perro Samuel echado a sus pies.
Por supuesto que también hablaba de literatura,
de tango, de jazz; contaba anécdotas humorísticas y lo hacía con un
histrionismo muy de entertainer, no
de actor. En una época en la que por acá nadie hacía stand up, Cuque lo practicaba sin alardes, pero con una delirante
secuencia de temas. Después iba a descubrir que, pese al bigote o la barba
tupida que usaba, tenía algo de Jack Lemmon. Cuando lo conocí era director y
actor teatral, libretista radial, letrista de murga, crítico de cine y teatro, y
un humorista que había comenzado en Peloduro y seguido con Misia Dura, nada
menos. Además, era un escritor con novelas publicadas y premiadas. También era
redactor publicitario.
Sugerimos
algunas posibles líneas de estudio: las relaciones familiares (figura materna,
paterna, filial), las mudanzas, los barrios, el cine, el teatro, la música, el
tiempo y su devenir, los amores, los desamores, amigos y enemigos.
Sus crónicas
costumbristas fueron su mayor destaque y son muy adecuadas para acercar a los
estudiantes a usos y costumbres de la época que hoy se han ido perdiendo o han cambiado.
De lo publicado —sería muy interesante poder recopilar más notas del autor
desperdigadas en diarios y revistas—, los profesores podrían elegir, entre una
variedad enorme de temas de amena lectura, textos adecuados para la reflexión,
como por ejemplo:
·
De 50 años al santo bleque: «Zaguán en
bleque y verde» (p. 7); «La vieja historia del “Tengo que…”» (pp. 37‑39);
«Según pasan los años» (pp. 52‑54); «Historial de la basura» (págs. 64‑66);
«Ojo con la cerradura» (pp. 139‑141).
·
De Los bleques del Cuque: «Retrato al
bleque de una extraña pareja hecho por Oriana Falacci, y donde se implica a una
inocente» (pp. 135‑139).
·
De El quiosco del Cuque: «Diálogo de perros»
(pp. 5‑9); « ¿A quién es
parecido el nene?» (pp. 47‑51); «Toc‑toc, ¿se puede?» (pp. 83‑87); «Maridosoloenlaciudad
[sic]» (pp. 133‑136); «Hablando de casas que hablan» (pp. 147‑151); «Jorge
Sclavo se despide» (pp. 173‑176).
Amistades
Una línea de
estudio muy recomendable es la de sus amistades, muchas de ellas originadas en
sus actividades (radio, televisión, teatro, cine, editoriales, literatura). Dos
de las más entrañables fueron la que desarrolló con Felisberto Hernández en la
Imprenta Nacional, donde fueron compañeros de trabajo, y la que tuvo con Mario
Levrero. Otra amistad interesante fue la que lo unió al pianista Manolo Guardia;
con él hacían espectáculos que mezclaban piano y humor, desarrollados con
gracia y solvencia sin igual. Se dice que se llevaban tan bien que bastaba con que
uno de los dos iniciara un chiste, sin ensayo previo, para que el otro lo rematara
graciosamente. Vale la pena ver el vídeo de Inéditos, de Luciano Álvarez, donde ambos hablan
del Maracanazo (se encuentra en la página de Facebook del grupo Las blogueras del Cuque, con fecha 16 de julio de 2018).
Textos, vídeos y fotos para
propuestas de trabajos descriptivas o narrativas
- El cuarto de los
tres hermanos Sclavo:
Finalmente estaba el cuarto de los tres hermanos Sclavo. Y adentro, una
cucheta de lapacho hecha por don Adolfo, que era pintor finalista, pero que
sabía hacer de todo. «Menos nenas», decía mi madre, y él le retrucaba:
—Eso no está comprobado. A lo mejor sos vos la
que no sabe.
Abajo dormía yo y tenía como techo una tabla de
madera sobre la que dormía, por los problemas de columna experimentados en su
desarrollo, mi hermano mayor, entonces, Ñato, aunque tenía un naso regular y al
que sólo le faltaba pelo en las uñas y los dientes. Aquella tabla fue más tarde
el confesor de todas mis fantasías y el absolutor de mis primigenias
experiencias masturbatorias.
En la pared opuesta dormía Paco. Era una cama
que también construyó mi viejo y que durante el día era un enorme cajón que
colgaba de dos ganchos adosados a la pared. Ese cuarto lo recuerdo cada vez que
veo el de Gene Kelly en Un americano en
París. (Sclavo, 2010: 10‑11)
- Gene
Kelly en Un americano en París.
Escena donde aparece el cuarto del recuerdo al que se hace referencia en
el texto anterior. Disponible en: ‹https://www.youtube.com/watch?v=lGYNOwkYAVY›.
- Para
trabajo descriptivo comparativo: «Louis Jourdan: leyenda viva del cine de
oro». Disponible en: ‹https://www.youtube.com/watch?v=FXSWErtVtNc›.
Louis Jourdan (izq., tomada de internet)
y Cuque Sclavo (der., de su archivo familiar)
- Texto: «A mí me
hubiese gustado pasar las vacaciones en el Festival de Punta del Este con
Joan Fontaine, mi novia de la pantalla, sobre todo después de que las muchachas de la clase me decían que
yo era patente patente Louis Jourdan, su galán de Cartas de una enamorada, aquella hermosura que filmó Max
Ophuls. Era la iniciación de los festivales de cine de Mauricio Litman en
la península cuando su más excelsa gloria, cuando aún no se sabía que
Punta del Este era argentina, o preferíamos ignorarlo» (Sclavo, 2010: 64; el destacado
es nuestro).
- Para
plantear una de las múltiples facetas del escritor de letras: «Cuando
robaron la luna» (candombe), de Enrique Almada y Cuque Sclavo, grabado por
Grupo del Plata. Disponible en: ‹https://www.youtube.com/watch?v=89xdRyfnJyI›.
- Un texto serio y muy
sentido, ideal para estudiar y ampliar el tema de la amistad que se
originó en la Imprenta Nacional con el escritor Felisberto Hernández: «Prólogo
para un prólogo dedicado a un Felisberto compañero de trabajo» (Sclavo, 1993: 7‑8).
Otros
recursos electrónicos
- «Las
blogueras del Cuque», grupo de Facebook. Allí se encuentran las páginas de
Luciano Álvarez y de Hugo Burel dedicadas a Sclavo cuando falleció.
Disponible en: ‹https://www.facebook.com/groups/lasbloguerasdelcuque›.
Índice de autores
Álvarez, Luciano. Artículo en Wikipedia: la enciclopedia libre.
Disponible en: ‹https://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_%C3%81lvarez_(escritor)›.
Burel, Hugo. Artículo en Wikipedia: la enciclopedia libre.
Disponible en: ‹https://es.wikipedia.org/wiki/Hugo_Burel›.
Chohuy, Lil Bettina. Ficha en autores.uy: la base de datos de autores de
Uruguay. Disponible en: ‹https://autores.uy/autor/1564›
Hernández, Felisberto. Artículo en Wikipedia: la enciclopedia libre.
Disponible en: ‹https://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez›.
Levrero, Mario. Artículo en Wikipedia: la enciclopedia libre.
Disponible en: ‹https://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Levrero›.
Puppo, Julio César («El Hachero»).
Artículo en Wikipedia: la enciclopedia
libre. Disponible en: ‹https://es.wikipedia.org/wiki/Julio_C%C3%A9sar_Puppo›.
Rosiello, Julio «Panglóss». En:
Leonardo Rosiello Ramírez, «Cambio de estrategia», Gazeta de la A a la Z. Disponible en: ‹http://gazeta.gt/cambio-de-estrategia›.
Bibliografía de Jorge Cuque
Sclavo
Sclavo, Jorge. Los
bleques del Cuque. Montevideo: Editorial Monte Sexto, 1988.
—. El
quiosco del Cuque. Montevideo: Monte Sexto, 1991.
—. Almanario. Montevideo: Editorial Relieve,
1993.
—. Cuque
contraataca. Montevideo: Fin de Siglo, 1994.
—. 50
años al santo bleque. Montevideo: Ediciones
El Galeón, 2009.
—. Desde el paraíso. Montevideo: Fin de Siglo, colección Vidas, 2010.
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